¿En Jesucristo está la verdad?

Osmel Almaguer

Al menos así decía el letrero sobre la puerta de aquella casa, frente a la cual tenía que pasar a diario al salir del trabajo. “En Jesucristo está la verdad,” estaba escrito con creyón carmelita sobre la deteriorada pared, con trazos que parecían intempestivos, que daban la idea de haber sido realizados en un acto apasionado.

La fe no es un buen negocio para los que creen incondicionalmente, pensé, pero en cambio mira que bien les va a sus vecinos, que han convertido su vivienda en una ‘casa-culto’ y para ello han recibido dinero de La Iglesia, por lo que ahora en vez de una covacha, tienen una mansión.

En cierta ocasión, cuando pasaba por frente a la casa del letrero, alguien me toco por la espalda. Al voltear pude ver el rostro sonriente de Alexis, un muchacho que había conocido hacía 15 años en un taller literario, cuando a él todavía le interesaba convertirse en “un escritor importante.”

A lo largo de los últimos 15 años me lo había estado encontrando periódicamente. Cada vez que nos cruzábamos me contaba sobre su vida, y para ser sincero, corriendo el riesgo de parecer autosuficiente, me parecía cada vez más desorientado, dando tumbos por la vida sin encontrar su camino.

Ahora, sin embargo, me recibió con una sorpresa, pues la casa del letrero era la suya, y él se había convertido a la fe cristiana desde hacía algo más de un año.

Compartió conmigo sus nuevas ideas, y hablaba con tal apasionamiento, que ante sus planteamientos mis ideas, que no me atreví a compartir, debido en parte a la emoción y en parte a la turbación, me parecieron magras y mezquinas.

“Desde que conocí al Señor mi vida se ha llenado de sentido.” Se le veía tan confiado, tan en paz y tan seguro, que mi escepticismo, y ese tormento que provoca el constante cuestionamiento de todas las cosas, me hicieron hacerme preguntas muy importantes nuevamente, pero bueno, no es fácil confiar después que te has convertido en un ser receloso.