Pandemia, normalidad y disciplina

Parada de buses en La Habana. Foto: Juan Suárez

Por Miguel Arias Sánchez

HAVANA TIMES – Después de casi tres meses de estar prácticamente aislado en la casa, debido a la pandemia del Covid19, salgo a la calle a caminar; voy con mi nasobuco, un pomo de agua con cloro para lavar mis manos de vez en cuando y cuidando la distancia.

Esta enfermedad le ha costado al mundo miles y miles de vidas, y aún no se encuentra la cura. A estas alturas, muchos países han empezado a flexibilizar las medidas de confinamiento, que en algunos casos fueron totales.

Lo hemos visto en China, Italia, España, naciones donde la pandemia golpeó sin compasión, también en otros como EE.UU. y Brasil, que han sido el epicentro en América; cada estado ha tomado las medidas de acuerdo con sus características, unos con más eficiencia que otros, unos con más apoyo gubernamental que otros. El caso es que el estrago tanto humano como económico sigue siendo muy grande para todos.

En Cuba no es distinto, sufrimos los embates de este mal, aunque se ha trabajado mucho y con cuidado en los protocolos de salud. Hay un punto que es esencial para poder llevar a cabo con éxito este esfuerzo que se ha hecho: la disciplina, tanto del Estado y sus instituciones como de la población.

Se ha previsto ir abriendo el país a las actividades cotidianas por fases, para mí algo muy inteligente; ahora la mayoría del país está en la segunda fase y La Habana en la primera, porque sigue reportando focos de contagios; la capital es un lugar problemático por el hacinamiento. En general, en Cuba vivimos condiciones especiales, pues pasamos gran parte de día en aglomeraciones, ya sea en las guaguas, en las colas interminables, en reuniones familiares o de amigos.

En estas circunstancias de riesgo, con tanta información sobre la evolución de la enfermedad en el mundo, hay personas sin la mascarilla, o mal puesta. El Gobierno ha dado libre acceso a las playas y allí es incontrolable el cumplimiento de las medidas sanitarias. Se restauró el transporte público que es otro punto neurálgico. Los jóvenes sobre todo -aunque también lo hacen personas de más edad- se reúnen en grupos a conversar, beber, comer, sin distancia. En fin, que estoy esperando que de un momento a otro haya un rebrote, como también ha sucedido en el mundo entero.

Estaba sorprendido, ya que con la escasez de artículos de aseo y de agua en algunos puntos de la capital, no había sido reamente grave la situación, pero ahora temo que la segunda parte sea peor. No acabamos de tomar conciencia sobre lo peligroso que es el virus y la facilidad con que se contagia. No asimilamos que no solo se trata de mi persona, sino de todos.

Tengo miedo, quizá sea porque me siento parte de un grupo de riesgo, en este caso, el ser humano en general. Ya hemos visto que no distingue edad, sexo, raza o lugar de nacimiento. Si todos ponemos un poquito de responsabilidad y lo hacemos bien, podríamos salir mejor de esta película de ciencia ficción.

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