Miguel Arias Sánchez
HAVANA TIMES – Cuba es un país subdesarrollado o en vías de desarrollo, como quiera que se le llame. No es una nación que tenga grandes industrias, depende de renglones como el turismo, el tabaco, el ron y el azúcar. Así y todo, no es suficiente para cubrir sus necesidades y problemas.
Sin embargo, hay algo bendito en esta isla, a lo que no se le ha dado la importancia que merece, y es la tierra.
Desde muy pequeño siempre le oía decir a mi padre: “Esta tierra es bendita; deja caer un boniato en ella y enseguida nace una planta; es una tierra muy fértil, aquí se da cualquier cosa que se siembre, y de muy buena calidad”.
Pero a pesar de todo eso los cubanos no valoramos en toda su magnitud los beneficios para nuestra alimentación -y la vida en general- que podemos obtener de su cultivo.
A raíz del periodo especial en los años 90 y ante la falta de alimentos de todo tipo, que creó una situación muy difícil en el país, fue que surgieron ideas para aliviar el grave problema y autoabastecernos.
Entonces comenzamos a sembrar en cada espacio que fuera posible; se crearon los famosos organopónicos, que existen hoy en muchos municipios y que ayudan grandemente a la adquisición de vegetales, condimentos y hortalizas. En cada patio, jardín o terreno yermo, había un huerto.
Pero eso se desechó en cuanto la situación “mejoró” un poquito con la ayuda de Venezuela. No se entiende eso en un país eminentemente agrícola y por demás pobre, donde son muchos los productos que se importan para satisfacer las necesidades de la población, y que podrían producirse aquí mismo.
He visto documentales de Japón, donde los habitantes siembran en las azoteas de los edificios y se hacen grandes organopónicos para el consumo de los vecinos. Me han contado también que en Australia siembran en las paredes, y hay un importante desarrollo de la permacultura, otra manera de relacionarnos con la tierra, cuidarla y aprovechar sus beneficios. Esos no son estados pobres como Cuba.
Entonces nosotros, con problemas económicos serios, nos hemos dado el lujo, durante años, de darle la espalada a la tierra. Solo basta viajar a provincia para percatarse de las grandes extensiones de terrenos sin cultivar, abandonados o entregados al marabú.
En estos tiempos difíciles y que pueden serlo aún más, cuando los alimentos se encarecen o escasean, sería muy bueno y, sobre todo, muy saludable, pensar seriamente cómo obtenerlos en casa. Además de garantizar la alimentación de todos, aliviaría las tensiones y el estrés que sufrimos los cubanos cada día tratando de llevar el plato a la mesa.
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