Coppelia en La Habana de hoy

Miguel Arias Sánchez

HAVANA TIMES – La emblemática heladería Coppelia, situada en la calle 23 del Vedado capitalino, es uno de los centros más visitados de la ciudad, no solo por los habaneros, sino por personas de todo el país y extranjeros.

Coppelia es un lugar agradable, bonito, donde usted puede degustar distintos sabores de helado (cuando hay variedad, claro), y pasar un buen rato en compañía de amigos o familiares. Yo visitaba mucho ese sitio en el año 65 durante mi Servicio Militar; cada sábado, cuando salía de pase, iba; era mi lugar favorito.

Desde luego, los tiempos han cambiado y no hay comparación posible con aquel Coppelia de mis recuerdos y el que ahora conocemos. A pesar de que se llenaba totalmente, era más rápido el servicio en todos sus aspectos.

Generalmente subía a la torre, en aquella época era mucha la variedad de sabores y entre las opciones a consumir había refrescos, dulces o galletas. Los helados se adornaban con cremas, bizcochos y sirope. Los empleados todos con sus uniformes y los quepis le daban un toque pintoresco al lugar. El trato desde que usted llegaba y se sentaba era exquisito. Realmente daba gusto ir.

¿Por qué el cambio para mal?

Es el mismo lugar, con otras personas, por supuesto, pero seguimos acudiendo a él con igual  objetivo: tomar helado.

Hace unos meses se especuló (la noticia corrió de boca en boca) que el presidente Díaz-Canel había estado en Coppelia. Y a partir de ahí la gente empezó a decir que había mejorado.

El martes pasado fui, llegué a las tres de la tarde. La cola no estaba muy larga y, dividida en dos (nunca supimos por qué), el agente de Seguridad llamaba el doble de personas de la cola de la derecha que de la izquierda. A las cuatro y cuarto ya era el primero, lloviznaba, pero nadie parecía tener prisa, así que tuve que esperar unos minutos más para entrar.

Desde que me senté hasta que pusieron el vaso de agua sobre la mesa pasaron otros veinte minutos. Por suerte el líquido estaba frío. Cuando pensé que el empleado vendría a tomar la orden, el hombre se puso a explicarle a una señora el porqué de tanta demora.

Sin decir nada concreto habló de su bajo salario, de la gente impaciente, etc. Llegó felizmente a mi mesa, me dijo los sabores que había y como no le entendí bien pedí que me los repitiera. El tipo molesto y en mala forma gritó los sabores y entonces tuve que decirle que me bajara la voz.

El otro problema fue con una señora que pagó con CUC. El hombre la maltrató porque no tenía dinero cubano, llamaron al responsable de la cancha y luego apareció el dinero para darle el cambio a la mujer. 

Cuando me pusieron el pedido ya eran pasadas las cinco y media. La verdad no tenía deseos de tomarme aquel helado. Terminé y pagué, el hombre me dio uno o dos pesos de vuelto, por impulso, rutina o no sé por qué los dejé sobre la mesa, pero la persona que iba conmigo los recogió y me dijo: no se lo merece.

Tengo que decir que ese día había como seis sabores y con calidad, pero con ese servicio nadie le siente buen gusto a nada.

Luego de esta experiencia va a pasar mucho tiempo para que vuelva. Ojalá que en mi próxima visita no solo me encuentre en las pizarras la variedad de helados que vi, sino que también la agilidad, el buen trato y la rapidez en el servicio estén a la altura de las personas que lo vistamos y de la fama que a lo largo de los años ha acompañado al lugar.

Miguel Arias Sanchez

Miguel Arias Sánchez: Nací en Regla, en el año 1949. Allí hice mis estudios primarios y secundarios. Luego me incorporé a los cursos de maestros populares y ejercí varios años. Pasé el Servicio Militar y enseguida que me desmovilicé estudié, ya de manera oficial, el magisterio; después la Licenciatura en la Universidad de la Habana. Por casi veinte años ejercí en las aulas de la Habana. Luego tuve la suerte de viajar y conocer otra realidad. Regresé, y actualmente realizo distintas actividades por cuenta propia.

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One thought on “Coppelia en La Habana de hoy

  • A mí se me olvidó ya la última vez que estuve en ese lugar. No me interesa en absoluto. Estoy harto de leer/escuchar tales historias. Siempre lo mismo.

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