Mi último año de estudiante
Daisy Valera
En el mes de septiembre comienza el curso escolar cubano, las vallas se llenan de afiches con caras sonrientes de niños que van a la escuela y los ómnibus comienzan a estar más llenos que lo de costumbre.
Normalmente la última semana de agosto empiezo a desear estar en el aula y aprender cosas nuevas de mi carrera, y también ver a los amigos con los que no me había encontrado en dos meses.
Pero este año la idea de comenzar el curso escolar se me planteó de una manera diferente.
Este septiembre comienza mi último año de estudiante por lo que me asaltaron sentimientos encontrados: las ganas de terminar la carrera y el temor de comenzar la vida de trabajadora.
En este año voy a comenzar a hacer una tesis para graduarme y eso va a representar mucho esfuerzo y sacrificio, pero la idea que más ronda en mi cabeza es que voy a hacer después de esto.
Las preguntas inmediatas son: ¿Dónde voy a trabajar?, ¿Dónde voy a vivir? y ¿Como podría vivir de mi salario?
Todas estas interrogantes tienen respuestas sencillas: Podría irme a trabajar en mi provincia, donde se hace muy poco de ciencia y nada relacionado con mi carrera, vivir en la casa donde ya viven mi abuela, mi madre, y mi hermano, y seguir viviendo dependiendo económicamente de mi madre.
A pesar de que son sencillas las respuestas, absolutamente ninguna me complace, las preguntas vienen a representar tres problemas que enfrenta la sociedad cubana; la falta de trabajos adecuados, la falta inmensa de viviendas, y los salarios que no se corresponden con los precios de los artículos básicos que se deben adquirir.
Una respuesta que se darían muchos jóvenes cubanos ante esta situación sería irse del país, pero este no es mi caso.
La solución que propondría ante toda esta incertidumbre es más información.
No puedo entender por qué nuestros medios informativos no tratan a profundidad estas problemáticas.
Se hace muy necesario que el pueblo cubano sepa a cabalidad la situación en que se encuentra, solo así podrán surgir las soluciones.