Mi Tesis y Muros (4)

Por Francisco Castro

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El día de la discusión de la tesis, que estaba programada para las diez de la mañana, ocurrieron una serie de acontecimientos que, en una universidad normal, se considerarían como inusuales. Sin embargo, el ISA es sui géneris, para bien y para mal, en una gran cantidad de aspectos.

En el caso de FAMCA, lo inusual sería lo normal en cualquier otra universidad.  La despreocupación, el desinterés, la apatía, la no identificación, sumado a la mediocridad de la mayoría de sus trabajadores, profesores y dirigentes, lograron desvincularme emocionalmente de esta institución desde segundo año.

Estas condiciones, con el tiempo, se fueron agravando.

Sin embargo, la ingenua, más bien utópica creencia en el mejoramiento humano, y en que todo tiempo futuro tiene que ser mejor, me hacían recurrir una y otra vez a sus aulas.  Como resultado, y a modo de colofón, obtuve un descontrol en la presión sanguínea, que me hizo alejarme de la facultad en la calle 14 entre 1ra  y 3ra en Miramar casi todo el tiempo que duró el último curso escolar.

Recuerdo que asistí exclusivamente a los encuentros con el realizador Tomás Piard, que nos impartió importantísimas lecciones de Dirección de Arte, y a los encuentros con la realizadora Magda González, quien luego se convirtió en mi tutora y asesora audiovisual para la tesis.

Entonces, el día de la discusión de la tesis, ocurrió que el jurado en pleno brilló por su ausencia: uno porque no fue avisado con tiempo, otro porque adquirió una repentina enfermedad, otro… razones desconocidas.  Así  que, entre otras razones, la tesis se demoró porque hubo que constituir un jurado emergente, que, por esta condición, no estaba preparado para asumir la evaluación de los tres aspirantes al grado de licenciados. (Con “El fin nos graduamos Ana María González como directora de fotografía, Laura González como editora, y yo.)

A la discusión asistió la nueva decana de la facultad, que fue invitada por uno de los miembros del jurado de relevo.

Luego de nuestra defensa, en la deliberación con la que se decidió las notas con las que nos graduaríamos, hubo llantos y lamentaciones, hubo individualidades ofendidas, e incluso se emitió el criterio de que, más que la discusión de una tesis, parecía estar en presencia de una reunión de producción.  Hubo también, por supuesto, contrapartida.

A pesar de no haber sido considerada una defensa “correcta” o “típica,” sobre todo la de Ana María y la mía, obtuvimos la calificación de cinco puntos. Sin felicitaciones.

No por gusto, hice semejantes recomendaciones, no por gusto llegué a tales conclusiones con mi trabajo, y no por gusto las titulé Muros.