Mi Cumpleaños

Por Osmel Almaguer

Havana balcony, photo: Caridad
Balcón habanero, foto: Caridad

El pasado 24 de agosto cumplí mis treinta años. No tuve fiesta, ni siquiera una cena en un restaurante, solo un poco de carne de cerdo para celebrar.

Días antes me había ilusionado con la posibilidad de hacer, al menos, un pequeño buffet para las visitas que recibiría, pero ni siquiera eso fue posible, pues el dinero no me alcanzó.

Para mí era importante hacer esto, pues hace más de veinte años que los 24 de agosto son tristes en casa, debido a las limitaciones económicas.

Amén de los problemas materiales, no puedo negar que esta vez la he pasado muy bien, pues aunque la familia y los amigos atraviesan por la misma crisis, que por demás, es mundial, siempre hay alguien que saca la cara y con un poco más de desenvolvimiento te hace el día feliz.

Además, todas esas llamadas que uno recibe durante el día me llenan de satisfacción, pues no hay nada más importante en el mundo que el calor humano.

En Cuba no todos tenemos la misma situación económica, aunque la mayoría no tengamos acceso a una canasta básica completa, los hay quienes dentro de ciertas limitaciones, al menos el dinero les alcanza para hacer una fiesta más o menos cara.

Sobre todo aquellos que se corrompen en los puestos de trabajo en los que se labora con mercancía, o los que trabajan directamente con los turistas.

También están los que reciben ayuda de sus familiares en el exterior, y los que cobran un salario altísimo y/o con una estimulación en CUC considerable.

En el caso de mi familia se reúnen dos características que nos han hecho económicamente pobres durante nuestra más reciente historia: la honestidad y la poca imaginación para los negocios, aunque aquí esta palabra (negocios) tiene muchas complicaciones, pues se asocia con lo ilegal o clandestino, pero no me refiero a ese sentido, sino a su acepción clásica.