Mercedes González Amade
Aquí en la capital solo hay dos centros especializados en este tema. En uno se realizan zapatos para todo el que vaya allí, pero en el otro o solo se atienden a los residentes de ese municipio o los que necesiten el calzado especial para ortesis o calipe (es decir, para aparatos).
Las demás personas tienen que pasar una odisea para lograr comprarlos. La demora que hay entre la entrega de la receta, la toma de las medidas y, finalmente, tener los zapatos en la mano -o mejor, en los pies- puede ser de seis meses hasta un año. Considero a esos padres que tienen niños en esta situación, pues esos angelitos crecen por días y, en seis meses, las medidas cambian.
Luego está el tema de la calidad, que no es la mejor, sin contar que los modelos son horrorosos, por lo que cuesta trabajo que un joven o adolescentes los use; hay que hacerles la conciencia de que es como tomar una medicina.
Lo único positivo es que su precio es módico.
Pienso que deberían estar disponibles o al alcance de las personas como yo, que los necesito permanentemente para poder caminar.
Como no tienen buena calidad, y su compra es limitada y difícil, hay que acudir a los cuentapropistas, quienes los venden a un precio elevadísimo (20 veces su valor) y a veces, por no decir siempre, no los hacen con los requerimientos que necesitamos. Por lo que al final de cuentas, nos desgastamos en su búsqueda y captura… y no siempre cumplen su objetivo.
Entonces, los vemos como una medicina, pero sería mejor que nadie los usara, pues las personas enferman en la lucha por conseguirlos.
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