Una vez fui conejilla de India

María Matienzo Puerto

Foto: Chris Lewis

HAVANA TIMES — Cuando yo era una niña jugaba a que iba a ser una gran científica. Y pensaba que iba a descubrir algo grande, y aunque me obsesión era querer copiar el diccionario (nunca pasé de la A) me veía en un laboratorio, entre tubos de ensayo y humitos sospechosos.

Recordé la imagen cuando después de casi un año de comunicación con una mujer alemana todo se interrumpió y yo quedé suspendida en el éter de la red, con todas las limitantes que impone la conectividad cubana.

Esto último significa cero facebook, cero twiter, cero conexión a full con el resto del mundo. Ya saben, estoy hablando de Cuba.

En tres meses me estuve soñando en el laboratorio de mi infancia sin poder comprender, hasta que esta mañana logré desentrañar el misterio que encierran todos los sueños.

De nada valió que me comunicara con terceras personas para saber de su estado de salud, ni que pensara, que en la diferencia de culturas, estaba el silencio. Esta mañana cuando releí el texto de la exposición donde nos conocimos, sentí la mítica Eureka en mi cabeza.

Cito textualmente un fragmento del proyecto “Commucation in Berlin and Habana 2010-2012”, del que mi interlocutora era parte ¿importante?: “La estructura de trabajo interdisciplinaria y los temas multidisciplinarios posibilitan una percepción compleja acerca de aspectos contemporáneos de la comunicación social (…) Para esto serán seleccionados y abordados diversos resultados de investigaciones y estudios en estas esferas”.

Parece que el experimento concluyó. Por eso la comunicación se interrumpió sin explicaciones cívicas. Me imagino que a eso estamos expuestos los seres humanos, pero sobre todo los que vivimos aislados del mundo, como en una especie de laboratorio inmenso donde los extranjeros vienen a extrañarse de nuestra realidad y donde algunos gozan de cierta inmunidad.

No quiero decir que la culpa la tiene la censura a nuestro acceso a redes sociales. No quiero decir que la culpa la tienen quienes no quieren que los cubanos seamos ciudadanos del mundo.

Y me refiero, por supuesto, a los dictadores, a los hipócritas, a los funcionarios grises y sin pensamiento propio. No quiero echarle la culpa a nadie. No quiero más lástima. No quiero llorar.

Pero si se enteran primero que yo de los resultados de la investigación, por favor háganmelo saber. Gracias.

Maria Matienzo

Maria Matienzo Puerto: Una vez soñé que era una mariposa venida de África y descubrí que estaba viva desde hacía treinta años. A partir de entonces construí mi vida mientras dormía: nací en una ciudad mágica como La Habana, me dediqué al periodismo, escribí y edité libros para niños, me reuní en torno al arte con gente maravillosa, me enamoré de una mujer. Claro, hay puntos que coinciden con la realidad de la vigilia y es que prefiero el silencio de una lectura y la algarabía de una buena película.

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