Un tango, una novela rosa, un bolero y un diario para Juan

María Matienzo Puerto

Cometas en La Habana. Foto: Caridad

Yo creo en las señales, en los buenos comienzos de semana y en las personas que a penas conozco y me cuentan sus historias con desenfado dejándome entrever lo que aprendieron de la vida.

Este fin de semana escuché en la televisión algunas frases que me aterrorizaron. Leí en ellas, pese al tono heroico y, en apariencias bien intencionado, cierta dosis de imperatividad que me hicieron recordar los cuentos de algunos amigos que vivieron el llamado Quinquenio Gris, en las décadas del 70 y el 80 cuando los diferentes, por decreto o resoluciones, eran llevados a trabajar a la agricultura, o pasaban a fábricas donde se les encontraba más “útiles.”

En mi intento de autoconsolarme pensé en que esta vez pudiera ser de otro modo, pero igual no me pareció menos trágico el pensar que quizás en esta ocasión los que fueran llevados a la agricultura, o  adonde fueran considerados más “útiles,” se tratara de los trabajadores que han quedado excedentes por el recorte presupuestario.

Por esas cosas mágicas que ocurren en la vida y tal vez como respuesta a mi preocupación conocí a alguien diferente. Llamémosle Juan.

Juan tiene 57 años, es gay y siempre lo ha sido. Desde que era muy niño prefería las muñecas de su hermana mayor y su madre nunca intentó reprimirlo. Cosa bien rara para la época, él tuvo esa suerte.

Su regalo de quince años fue una casa pequeña para su independencia y una larga conversación.  Su madre lo único que le pedía era que, sin dejar de ser como él era, brillara por su talento, que se diera a respetar y respetara al mundo.

Juan cree no haberle fallado aunque hubo un tiempo que no salía de las estaciones de policía. Y es que cada vez que salía de la universidad lo paraban por su pelo largo, su caminar afeminado, su vestir exótico y era retenido para someterlo a una prueba de maquillaje.

¡Sí! La idea era ver si este ciudadano, macho, varón, masculino, se había maquillado como una “mujercita.” Y siempre resultaba positivo.

Nunca fue juzgado legalmente, me cuenta Juan, porque su madre iba donde tuviera que ir a defenderlo y apoyarlo, certificando que su hijo no padecía ninguna enfermedad.

Otro tanto pasó cuando no querían darle el certificado de enseñanza media porque sus uñas eran demasiado largas; o cuando en cuarto año de la carrera de derecho le exigieron que debía cambiarse a otra especialidad porque no se concebía a un abogado homosexual; o cuando, trabajando en una fábrica, su jefe no lo soportaba por su vestir estrafalario.

También conspiró, para que quedara absuelto, que su belleza le permitiera moverse en el mundo del espectáculo y el modelaje, así quedaba también justificado el maquillaje y los afeites.

Juan era libre pero señalado en una sociedad que fomentaba el machismo. Ahora solo le quedan los recuerdos, a los que se aferra para contarlos una y otra vez, como el tema de un tango, como una novela rosa, como una tragedia griega, como un bolero; y no importa si le creen o no.

Juan tiene 57 años, es gay, siempre lo ha sido y lo será. Me enseñó que la única solución que tenemos desde lo personal, es vivir con coraje, y aunque parezca muy moralista, también con toda la dignidad posible.

Contar a Cuba desde esta sección de Havana Times, puede parecer fácil, pero sobre todo inverosímil. Y es que la anécdota o las historias personales pocos las consideran fuentes fidedignas y requetemenos documentos históricos. Solo confío que, quizás, algún antropólogo loco tome en cuenta lo que contamos un grupo de nosotros por Internet.

En resumen. A veces pienso que es casi imposible que convenzamos a alguien de lo que vivimos, solo desde nuestro cuento contado a retazos.

Por eso, aunque sé que este no es un espacio para comentar libros, recomiendo a quienes quieran conocer a la Cuba de los años 70 y 80; a la del llamado Quinquenio Gris; a una Cuba despojada de propagandas y chovinismos; a la Isla de las persecuciones a los diferentes; la lectura de Alberto Abreu, “Los juegos de la escritura o la (re)escritura de la Historia” quien ha reunido resoluciones, discursos, documentos, momentos y personajes que fueron definitorios a la hora de “parametar” (así era como se llamaba a la acción de clasificar) a artistas, maestros, científicos y al pueblo, en general, que fuera homosexual, tuviera el pelo largo, fuera promiscuo, se vistiera diferente, recibiera dinero del extranjero, o simplemente, que no encajara en el molde del hombre nuevo ni en la sociedad que se pretendía.

Maria Matienzo

Maria Matienzo Puerto: Una vez soñé que era una mariposa venida de África y descubrí que estaba viva desde hacía treinta años. A partir de entonces construí mi vida mientras dormía: nací en una ciudad mágica como La Habana, me dediqué al periodismo, escribí y edité libros para niños, me reuní en torno al arte con gente maravillosa, me enamoré de una mujer. Claro, hay puntos que coinciden con la realidad de la vigilia y es que prefiero el silencio de una lectura y la algarabía de una buena película.

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