Los miedos de Juliette
María Matienzo Puerto
“Mi hijo está en la edad de leerlo todo.” me comenta Juliette, una amiga francesa casada con un cubano de a pie. Ella, enamorada de su marido y de este país ha querido que su hijo piense y se eduque como cubano, así que viven, sin demasiados lujos, en el fin del mundo que puede ser Alamar.
Pero Alamar, creado para dormitar entre militares y policías es un “bastión inexpugnable” del proceso. Y Juliette no puede, aunque a veces quisiera, abstraer a su pequeño de la invasión ideológica.
“Mi hijo está en la edad de leerlo todo.” esa es su mayor preocupación, porque se han visto vallas intransigentes, pero como la que está a la entrada de Alamar, ninguna.
“El partido es la garantía de la continuidad histórica de la revolución.”
¡Vaya, valla! El conflicto de mi amiga la francesa comienza cuando su hijo le pidió que le explicara qué significaba eso.
Pero cómo explicar una declaración de principios que apunta sobre el carácter excluyente de “esto” que ellos llaman revolución.
Porque en caso de que a alguno de nosotros quisiera continuar con “esto.” ipso facto, con ese pensamiento, quedamos excluidos. Sin contar que al partido de “ellos” se entra siendo viejo o con pensamiento de viejos, entonces, ¿nos están condenando a la grisura, a las calles sucias y a la migración de todo el que no encaje?
Y si se refieren que solo “ellos” garantizan la “continuidad histórica.” es porque la mano de obra barata la ponemos los demás.
Pensándolo bien, tienen razón. La única manera de continuar esta farsa es a punta de partido.
Quizás la gente a fuerza de costumbre ni lea el cartelón, pero de que es de un descaro desmedido, lo es.
Mi amiga la francesa me pidió consejo y yo no pude brindarle más que dudas.