La Habana no se entera
María Matienzo Puerto
HAVANA TIMES — Si la Habana se enterara que hay un pedazo de paraíso (gratis y bello) suspendido a dos metros del suelo, ahí mismo, cerquita, ante sus ojos, en el mismo Malecón habanero, las colas serían infernales.
Yo lo descubrí durante el Bienal de La Habana y subí a él, me senté y disfruté por cinco segundos de “Paisaje itinerante,” que es como se llama la instalación del artista plastico, Rafael Villares.
Sin complicaciones: una idea sencilla. Es una maceta enorme, con un laurel (ficus nevado) sembrado en el centro, que le da sombra a un banco de parque. Solo la idea me produce placer.
No hice ni el menor esfuerzo en evitar las ideas que me provocaban la pieza plástica y decidí escribir sobre ella.
Creo que es nuestra concepción del oasis como metáfora; es la concreción de sueños imposibles; es una invitación a la meditación sobre la cubanía, aunque la imagen sea universal.
La pieza es parte de la utopía que compartimos todos. Es el pedacito de tierra que nos podemos llevar donde quiera que vayamos. Es una idea subversiva que nos insita a elevarnos por sobre las cosas feas, las miserias humanas.
Aunque la maceta está suspendida a dos metros del suelo, tiene una cadena que nos ata y nos ancla a la tierra, que nos recuerda que todo es posible, sin peder el contacto con la realidad.
¿Y un laurel? ¿Por qué un laurel? Quizás por las conexiones que tiene con el concepto de lo que es ser cubano: una de las ramas que rodean el escudo nacional es de laurel.
Además, el laurel es un árbol de raíces poco profundas aunque alcance grandes dimensiones, lo que me lleva a pensar en éxodo de cubanos, en la juventud del concepto de la nacionalidad cubana que muchos se empeñan en cerrar como una idea acabada, que no tiene derecho a variar, a evolucionar.
En fin, pura interpretación.
Aunque, confieso, tanto descanso, para mí también es una metáfora peligrosa porque podría estarme incitando a abandonarlo todo, a dejar de luchar por las cosas que quiero. Y eso lo hace más subversivo aún.
“Paisaje itinerante” va a estar en varios lugares de la ciudad. Estuvo en La Cabaña, después en el Malecón habanero, después estará en la avenida Paseo y luego en La Puntilla, también al final del Malecón.
Nada, por si se embullan a disfrutar del paraíso. Estoy segura de que la instalación de Rafael Villares tiene el lirismo que hace falta en una tarde soleada.
gracias María por estas reseña. para los que estamos fuera, es un poco la forma de acercarnos a la habana y disfrutar de sus momentos. un abrazo
Pues a mí me transmite otras sensaciones, sin invalidar las suyas: la incitación a elevarnos un poco y mirar la realidad que nos rodea desde otra perspectiva, cambiar el punto de vista sin sobresaltos, sin dejar de ser cubanos. También que la paz y el “paraíso” individual puede ser algo tan simple como estar a la sombra de un árbol, en un banco, en cualquier parque.