Esto es arte, señora, esto es arte

María Matienzo Puerto,  (Fotos: Elio Delgado)

HAVANA TIMES — No salgo de mi asombro. Sí, yo tengo una capacidad de asombrarme infinita. Empezó la Bienal de La Habana para las muestras colaterales y Mendive lo hizo con un performances de cien cuerpos desnudos que cantaban, bailaban y se mostraban mientras caminaban por el Paseo del Prado de La Habana.

La pieza se llamó “Cabezas.”

Pero mi asombro no fue por la desnudez, siempre bella de cada una de las almas que desfilaron, sino por los comentarios que suscitaron.

Hubo de todo. Desde unas adolescentes que le hicieron la corte al performance con sus carcajadas y sus dedos alzados para señalar las supuestas imperfecciones; un militar que acompañaba a su hijo, que evidentemente, era un joven artista; otros jóvenes señalando el “descaro” de los que desfilaban; otros centrados en las mujeres semidesnudas; otros en los hombres completamente desnudos; una mujer que indignada decía: “¿qué hubiese pasado si yo hubiera traído a mi hija?” y una respuesta sarcástica salida de la nada: “esto es arte señora, esto es arte.”

No estamos preparados para tantas cosas y el mundo se nos viene encima a una velocidad espeluznante. Como en una película de terror. Cuba está entrando en el resto del mundo y la gente sigue anclada en el puerto que les permitieron anclar.

Tristemente en el de la ignorancia, aunque la escuela es gratis y a la universidad podemos ir ¿todos?

Estoy segura de que nuestro cuerpo es un templo. Es nuestra única y real pertenencia. Es simplemente nuestra carta de libertad. Somos realmente libres cuando logramos establecer una relación con él sin tabues.

Eso incluye, por supuesto, la higiene, los cuidados, la salud, las caricias, los orgasmos, la masturbación, o estar simplemente orgullosos de nuestras formas. En fin, tener una relación sincera con nosotros mismos.

El resto depende de los demás y eso nunca estará garantizado.

Pero mi asombro sobre todo fue porque pensé que, con los desinhibidos que decimos ser los cubanos para algunas cosas, el desnudo en el Prado sería acogido de otro modo, no con burlas, ni escándalos moralistas.

Siempre pensé, como fue para muchos de los que estábamos allí, que este performance de Mendive, era una fiesta para la vida, para el espíritu, para el cuerpo.

Mientras Elizabeth tomaba fotos, Mirna entrevistaba, Amehel se reía y me amenazaba con Facebook, yo hubiese deseado compartir el hecho, verlo a través de otros ojos y disfrutarlo de otro modo, sin tanto análisis. Pero esa soy yo.

Dice Luisito que a La Habana le hacen falta miles de acciones como esta. Y yo creo, que entre el calor y la mojigatería, debería de instituirse un día a la semana o al mes, de desnudez absoluta por la calle para que la hija de la señora que protestó sea diferente.

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