Convocatoria que no convoca
María Matienzo Puerto
Con quince días de antelación recibimos una invitación. Una reunión de lesbianas y bisexuales en un lugar público.
Uhmmm!!! Qué interesante sonaba eso, sobre todo teniendo en cuenta que en Cuba cuando se habla de homosexualidad la más visible es la de los hombres.
Es como si continuáramos cayendo en la trampa del machismo, como si tuviéramos que comenzar de cero con los derechos de la mujer.
Las lesbianas son un apéndice de la homosexualidad. Una parte incómoda de la que se prefiere no hablar.
Pero a lo que quería contar. Nos dijimos. Pues para allá vamos.
La convocatoria decía que debíamos llevar refresco, ron, jugo o cualquier otra bebida para brindar. Era un encuentro para hacer amistades o lo que surgiera. Y cito: para encontrarnos con gente que tuvieran nuestros mismos gustos. Me pareció atrevido, pero no imposible.
Pues a mi novia y a mí nos pareció fantástica la idea. Nos preparamos, desde quince días antes, para no tener nada que hacer ese sábado (2 de octubre).
En medio de los preparativos, yo, que no pierdo la manía de reportera, alisté mi grabadora.
Escogimos la ropa ideal, el refresco que llevaríamos para que los términos fueran solamente amistosos, y llegamos al día con un entusiasmo caso pioneril. Llusas de nosotras.
En la Fuente de la Juventud, entre los hoteles Riviera y Cohiba, en el corazón del Vedado (era la dirección que apuntaba la convocatoria) no había nadie.
Bueno, aclaremos. Nadie, nadie, no.
Había gente, mucha gente, sobre todo adolescentes en un promedio de edad de entre los once y los catorce años. Como si el parque lo hubiesen sitiado, aquellos adolescentes estaban por doquier.
No había rastro ninguno, de lesbianas, ni bisexuales, ni homosexuales, al menos en su forma más evidente. (No apuesto por los deseos aún por nacer de aquellos concurrentes.)
Es cierto, no llegamos justo a las ocho, sino una hora y media después. Porque aunque lesbianas seguimos siendo cubanas, y todo cubano que se respete sabe que los grandes acontecimientos nunca empiezan a su hora.
No obstante, a menos que haya sido un encuentro relámpago, y en la premura de conocerse y encontrar pareja, todas hayan ido a sus casas, una hora y media no era suficiente para que se diera por terminado.
Las conclusiones. No sucedió nada. La convocatoria no convocó más que a estas dos ingenuas.
Sin rendirnos aún fuimos caminando por todo Malecón hacia el punto habitual de reunión gay de La Habana (avenida Malecón y la calle 23).
Otra hora de caminata para encontrarnos con una desbordante homosexualidad masculina, alguna que otra habitual femenina, y una heterosexualidad invasiva, que en busca del aire fresco no le importa con quién comparte el espacio.
Nunca nos preguntamos cómo fue que consiguieron nuestras señas o si no era una farsa para ficharnos con nuestra respuesta. Fuimos a vivir un acontecimiento sin precedente en esta ciudad en la que nunca pasa nada que no sea en divisa.