Parametrada en pleno siglo XXI

Lynn Cruz

HAVANA TIMES – He presenciado la experiencia más descabellada en mi vida de actriz. Del conocido quinquenio gris (temporada en los años ’70 de cacería de brujas, persecución a los intelectuales, artistas, homosexuales, religiosos), solo tenía las referencias en los testimonios de actores como Pancho García, Rolen Hernández, Mirian Muñoz. Siempre vi esos hechos como algo del pasado, pero la realidad supera la imaginación.

Recientemente fui expulsada de manera arbitraria de la Agencia estatal Actuar. Su director, Jorge Luis Frías, ejecutó la medida sin tener en cuenta que, obedeciendo ciegamente a sus superiores, violaba las cláusulas del contrato de representación artística que mantuve con esa empresa, por más de 10 años.

Asesorada por el Ministerio del Trabajo, realicé una denuncia por escrito. En el Departamento de Recursos Humanos, donde radica el Órgano de Justicia Laboral (OJL) de Actuar, fueron muy amables conmigo. Todos estaban sorprendidos por mi situación, a la vez que no podían entender que Frías no me diera los motivos de mi expulsión. Yo también estaba asombrada. Aun cuando sospechara las razones, me niego a formar parte de ese absurdo.

Les dejé una copia de la carta donde narré lo sucedido. Frías cometió dos violaciones: la primera, cancelar mi contrato sin esperar los 30 días establecidos para comunicar al trabajador las causas por las cuales dicha empresa ha decidido derogar; la segunda, operar a mis espaldas, en complicidad con la dirección de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, para impedir mi asistencia a un taller donde trabajé como actriz durante seis años.

La semana pasada recibí una llamada de la secretaria del OJL, para comunicarme que el viernes 20 de abril se reunirían conmigo y darían respuesta a mi reclamo. Llegué a la hora acordada, sin embargo, tuve que esperar porque el jefe del OJL, se retrasó. Llego en shorts y chancletas. Diez minutos más tarde comenzó la asamblea. Asistieron unas quince personas.

Frías admitió fríamente haber violado mi contrato, y la solución que me ofreció fue reabrirlo por 30 días, para después retomar la medida de cerrarlo. Un recurso completamente delirante. Básicamente, el procedimiento que implementaron conmigo fue lo más parecido a los juicios laborales que ocurrieron en los teatros en los años 70.

Me veía a mí misma con un pañuelo en la cabeza o como Mirtha Ibarra en Hasta Cierto Punto, filme de Tomás Gutiérrrez Alea. Tuve que contenerme para no sonreír frente a tanto descaro y ridiculez. No le llamaría falta de respeto, pues eso sería tomarlo en serio.

Todos los que antes me trataron con amabilidad, cerraron filas en mí contra. La masa estaba ofendida, porque Frías, como un robot programado decía: “Ha sido expulsada, por las manifestaciones suyas en Internet contra las personas que gobiernan este país”.

Busqué en todos mis papeles de evaluación como actriz, mis contratos laborales y por ninguna parte dice que el artista debe ser hipócrita y deshonesto. No consta por escrito que el artista deje de ser libre para expresar lo que piensa. Todos los que estaban reunidos juzgándome, maltrataron e ignoraron el hecho, de que sus salarios dependen de lo que tributan los artistas.

Es más trastornado aun, viniendo de una empresa que en todo el tiempo que lleva “representándome” no me ha gestionado ni un solo empleo. Esas oficinas han permanecido como parte de una burocracia, que nada tiene que ver con la realidad de los actores en Cuba. El trabajo de los actores funciona según las reglas del mercado. Cada coproducción que se tramita a través de esas empresas ingresa al país cuantiosas sumas de divisa, de las cuales nos descuentan el 7 por ciento de los ingresos personales. Eso es lo que verdaderamente, sostiene a los burócratas que me acusaban.

De modo que asistir a una asamblea parametradora, en medio de una realidad tan ambigua, un sistema indefinido de valores, con economía de mercado velada, sin que exista un cambio verdaderamente estructural que articule al menos un discurso coherente, más que entristecerme me dio la sensación de estar dentro de un manicomio. Pero mejor ver el video.

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