La Revolución Cubana y el tiempo

Lynn Cruz

De la película Memorias del Desarrollo (2010)

HAVANA TIMES – Para el Gobierno cubano la política es ficción. Hace poco leí un titular en el que el General Ulises Rosales del Toro se lamentaba así: “Cuando éramos los dueños de la noticia”. Mientras muchas personas reían, esa frase me resultó aterradora. Esa expresión significa asumir la culpa, confesarse, pero sin que esto tenga ninguna consecuencia.

Tal vez Rosales del Toro rememoraba internamente aquel titular de Granma en el que catalogaron de héroes a quienes hundieron el Remolcador 13 de Marzo. Entre los muertos había niños. Este ejemplo es el más visible por haber acontecido en La Habana y ser el antecedente de la protesta masiva conocida como El Maleconaso, en el año 1994.

Claro, la risa para el cubano no siempre es motivo de diversión. En su ensayo Indagación sobre el choteo, el filósofo Jorge Mañach expresó que en nuestra cultura tiene varias razones y no siempre coincide con el regocijo. Pueden ser nervios, incomodidad, vergüenza.

Acaba de salir un rumor sobre la implementación de penalización a los medios independientes por “difundir, a través de las redes públicas de transmisión de datos, información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres de las personas”. Todo lo contrario al verdadero rostro del Gobierno cubano, es lo que quiere decir.  O sea, la sociedad civil cubana, a falta de diálogo, y ante la crueldad hacia los críticos tomó el ciberespacio.

Ahora relaciono el suceso, cuando unos meses antes de conocer al elegido como nuevo presidente, Miguel Díaz-Canel, se “filtró” un video donde este manifestaba respecto a los medios: “Que digan que censuramos, en todas partes se censura”.

Desde abril de 2018 la presidencia de Díaz-Canel ha estado como en el mundo del novelista francés Marcel Proust: “En busca del tiempo perdido”. Comenzó a inyectar a los viejitos por los CDR’s de La Habana para retomar el pasado glorioso de vigilancia revolucionaria en una ciudad ruinosa y con peligro de derrumbe para muchos de sus habitantes; hizo visitas a los centros de trabajo; recorrió el país. Todo eso con mucha frecuencia. Recuerda a los primeros años rebeldes cuando Fidel Castro pretendió gobernar a la Isla desde su jeep.

Pero mientras más se esfuerza Díaz-Canel, su impopularidad crece. Tal vez es un plan perverso para que sea él quien cargue con las culpas del fracaso o quizás no. Lo cierto es que los octogenarios opositores de Batista quieren morir como el líder, en una cama caliente. Y mientras el presidente se deshace examinando lo corrompido, al pueblo cubano le toca: “El tiempo recobrado”.

Se desempolvan medidas de crisis. El racionamiento de guerra reaparece. Rosales del Toro quiere ser dueño de la noticia, pretende aplastar a los medios independientes. En el arte, el ICAIC viste su mejor gala para ser un nuevo instituto rancio que responde al monopolio RTV Comercial. Crean un Decreto Ley 373 que es un fraude de Ley de Cine, una medida de control a los cineastas y realizadores audiovisuales.

La postergación del ocaso de los viejos rebeldes ha derivado en un modelo esperpéntico, una fábula de horror protagonizada por espectros que se autodenominan políticos, pero que en verdad están despolitizados. Díaz-Canel se encuentra en un limbo y desconoce a su generación. Es un repetidor de consignas.  Tiene una historia impostada. Sus recuerdos son falsos, porque su realidad es ficción. Continúa siendo el hombre probeta, el de la caverna de Platón. La Revolución Cubana es totalitaria también por eso, porque se apropió del tiempo; secuestró el espacio privado y el escenario público; los reinventó. 

Y como parte de la atmósfera política ideal, el actual Gobierno estadounidense ofrece la excusa perfecta a los dirigentes cubanos. Treinta años parasitando a la Unión Soviética; veinte años de Chavismo, con programas de colaboración, demostraron que no solo el embargo es responsable de la situación de asfixia en que mantiene el Gobierno a su pueblo.

El poder en Cuba está atrapado en su retórica y toma del pasado aquello que considera útil. Toda esperanza se desvanece, porque vivimos en el tiempo de otros, no en nuestro propio tiempo presente. La cuerda tira hacia el progreso, pero el miedo catapulta al sistema a su origen. Una revolución que como Saturno, devoró a sus propios hijos. Pero el pasado retorna de forma misteriosa. La verdad es como el agua, transparente, clara y se cuela por todas partes, por mucho que intenten frenarla.

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