Cuba, la ultraizquierda y la ultraderecha contra la sociedad civil cubana

Por Lynn Cruz

HAVANA TIMES – Si un cubano dentro de Cuba critica severamente al Gobierno, será considerado contrarrevolucionario. Si además señala al de los Estados Unidos, muchos de los que antes eran sus simpatizantes comenzarán a mirarlo con sospecha. Te pueden llegar a insultar tanto como la Seguridad del Estado y hasta tildar de comunista.

Ambos comportamientos constituyen para mí la clave de este enigma. Con los discursos de Barack Obama y Raúl Castro, en marzo de 2016, la avalancha de turismo estadounidense llenó hostales, hoteles, y hasta garajes convertidos en apartamentos de renta en la Isla. Por aquí pasó Channel, Hollywood, los Rolling Stones.

El Gobierno estadounidense puso a Cuba de moda. Las personas se llenaron de esperanzas. Cocheros, artesanos, y hasta vendedores de durofríos resultaron beneficiados. Barrieron con la nación los treinta años de sovietismo, los cinco de período especial, diecisiete de chavismo y cincuenta y siete del inicio de la guerra que le declaró Fidel Castro a los Estados Unidos, cuando se alió con el colapsado campo socialista.

Pero todos los caminos condujeron al punto de partida. Ahí estaba el imperialismo en las manos de Obama (al menos en apariencia) en igualdad de condiciones, con algunas exigencias como intercambios de presos políticos, la posibilidad de diálogo con algunos factores de la sociedad civil, a fin de dar por concluido el apartheid.

El resultado fue un estira y encoge, un para adelante y para detrás como decimos los cubanos. No solo se frustró un productor de pequeños tractores, que quería montar una fábrica de ensamblaje en Cuba, o la Nestle que quería negociar directamente con el sector privado.

También los artistas independientes seguían siendo desplazados por los institucionalizados. Continuó la vieja estrategia de la cortina de algodón, la de fabricar un arte alternativo que siguiera ajustado a los fundamentos del Partido Comunista de Cuba.

Hacer la crítica siempre desde lo establecido, o sea, señalar el sistema, pero sin mencionar nombres, o la Salud y Educación continúan siendo temas tabúes. Los espacios autónomos siguieron bajo la mira del Departamento Ideológico del Comité Central.

Lo cierto es que el acercamiento provocó, además, que se cayeran no pocas máscaras dentro de las élites del poder. Recuerdo que casi todas las semanas se esparcía un rumor.  Restaurantes lujosos cerraron sus puertas como El Litoral, Starbien, este último propiedad de uno de los hijos de Abelardo Colomé Ibarra, antes vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba.

Se decía que la causa de que tronaran sus negocios era tráfico de drogas. Luego que habían sustraído mercancías de las reservas del Consejo de Estado. El pago de la negociación del rodaje de Rápido y Furioso no fue aclarado. Entonces otro ministro fue defenestrado, el de Cultura. A la delegación del Instituto Sundance después de darles una bienvenida cálida, y a su regreso a la Isla, la trataron con frialdad.

Nunca vi tantas divisiones, mientras se repartían los poderes. Palco estaba produciendo películas para la televisión y competía con RTV Comercial como si fuesen empresas privadas, o es que ya lo eran y no nos ha sido anunciado. Una generación con mentalidad empresarial, la de Alejandro Castro Espín, llevó a cabo la negociación antes de ser efectuados los discursos. Entonces, durante la visita de Obama a Cuba Fidel no tardó en manifestar su desacuerdo y escribió: “El hermano Obama”. Este texto apareció en el diario oficial Granma.

Debo recordar que otro demócrata, James Carter y sus estrategias dialoguistas condujeron a la crisis de 1980 que terminó con las golpizas en las calles y el éxodo por El Mariel. 

Más adelante, en la década de los 90, Bill Clinton retomó la política de Carter. Fidel dio la orden de derribar dos avionetas de “Hermanos al rescate”. Esta fue una organización que tenía como objetivo rescatar a los balseros que trataban de emigrar desde Cuba. La acción paralizó nuevamente el diálogo con el Gobierno de los Estados Unidos porque Clinton se vio obligado a firmar la Ley Helms Burton.

En los casi 4 años de mandato del actual presidente en la Casa Blanca, Donald Trump y su política de elefante dentro de una cristalería (como resultó de frágil el mundo por el azote del coronavirus) lo único que ha logrado es recrudecer más la represión. El Gobierno cubano está acorralado. Tiene deudas, no le dan créditos, por tanto, arremete de manera feroz contra sus críticos porque este es un sistema que solo pretende salvarse a sí mismo.

Duele ver el número de cubanos y cubanas que apoyan esta política de asfixia. Significa que desde fuera nos miran con la misma frialdad que el Gobierno estadounidense. Como Maquiavelo: “El fin justifica los medios”. Pero nadie contó con que algo como esta pandemia ocurriría en el mismo lapso de tiempo. Al quedar el Estado cubano desbancado, los que vivimos en la Isla estamos más vulnerables.

¿Por qué? Porque Cuba padece bajo un poder totalitario. Como no tenemos libertad dependemos absolutamente de las decisiones gubernamentales. Eso quiere decir que hasta para recibir ayuda humanitaria se necesita del Estado.

¿Por qué Trump recrudeció las sanciones? La existencia del embargo es casi tan antigua como la Revolución cubana y se ha visto que solo sirve de excusa al poder.  ¿Por qué el senador Marco Rubio justifica ahora que es debido al narcotráfico? ¿La causa es solo Venezuela? ¿Quiénes son los que se benefician realmente de este conflicto? Porque no creo que los políticos cubanos-americanos sean tan desprendidos, y menos el gobierno de los Estados Unidos.

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