Crónica de una protesta anunciada en La Habana

Por Lynn Cruz

Una parte de Vedado, La Habana. Foto: wikipedia

HAVANA TIMES – Durante varios días, artistas y activistas lanzaron una convocatoria a una protesta pública a través de las redes sociales.

El pasado 25 de junio, el joven habanero de veintisiete años Hansel Hernández Galiano murió a causa de un disparo que le propinó un policía.

La noticia conmocionó a todos los que tenemos acceso a Internet en Cuba. Un grupo de periodistas independientes visibilizó el hecho por medio de debates en redes sociales. La televisión, por ejemplo, el medio al cual tiene acceso la mayor parte de las personas, especialmente de mediana y edad adulta, ha hecho silencio respecto a la injusticia.

Ya se puede hablar de injusticia, porque la respuesta del Ministerio del Interior (Minint) fue defender a sus dos oficiales, o sea, a los patrulleros que terminaron con la vida de Hernández Galiano. Por otra parte la versión de los familiares contradice la nota del Minint. El cuerpo de Hernández fue incinerado. No parece haber intenciones de realizar una investigación profunda.

El lugar elegido para protestar fue el cine Yara, que está ubicado en la esquina más céntrica del capitalino barrio el Vedado. Ir o no ir, he ahí la cuestión. Justo allí comenzó mi conflicto ético. Era importante desafiar al poder para reclamar el valor de la vida de un ser humano. Un ser humano negro y pobre. Yo además estoy censurada por ser actriz y activista. Esta dualidad no se reconoce en Cuba. Algo complemente contradictorio para mi teniendo en cuenta que hasta los actores del maestro de actuación ruso Konstantin Stanislavsky, eran activistas.

Pero decidí no enfrentarme ni a la policía ni a los agentes. Solo lo he hecho cuando he defendido mis obras. Esa mañana yo tenía que ir al banco a realizar un depósito. Saber que había colegas activistas exponiéndose a la represión me tenía tensa. Me había desvelado desde las 3:00 am y no paraba de pensar. Al amanecer ya habían ocurrido detenciones y denuncias. Todo esto además de someter a los periodistas independientes a una prisión domiciliaria. En un punto dejé de sentir y eso me asustó porque empiezo a creer que estoy naturalizando la violencia del Estado.

Caminé unas treinta cuadras rumbo al cine, y poco a poco fui sintiendo que por fin había encontrado la manera de ser útil. Las personas en las calles seguían su ritmo, parecían indiferentes a los acontecimientos. En la medida en que me acercaba a la zona del encuentro escuché algunos rumores. Algunos decían que Hernández Galiano había muerto en una cola. Otros que vivía en La Habana Vieja. Hasta que llegué a la zona del encuentro. Tuve la precaución de transitar por las calles aledañas.

Durante la protesta de 2018 frente al Ministerio de Cultura y como vivo a menos de una cuadra,  me enviaron una patrulla a la calle Línea donde yo estaba tratando de parar un taxi. Pero esta vez, y sin planearlo vi lo que ocurre entre bambalinas. El cerco policial abarcaba la zona comprendida desde la calle G hasta O aproximadamente, y desde 27 hasta 21. Había ómnibus con agentes vestidos de civil en las entrecalles, grupos también en J esquina a 25, en la intersección de la Universidad. Las calles L y 23 eran las más pobladas, lo mismo de agentes del tránsito, que del ejército, la policía y, por supuesto, de la Seguridad del Estado.

A esa hora casi mediodía, aunque no estaba atenta de mi teléfono, probablemente ya los activistas estarían presos. Por allí no se movió ni una mosca. El día antes cerca de mi casa, por la calle 17 vi pasar una hilera de camiones antimotines. Nunca había visto algo semejante, pero eso no es algo que detenga a los activistas y eso el poder lo sabe. Esa visión fue la del terror al pueblo cubano. Ojito con que alguien salga a la calle a otra cosa que no sea para hacer colas.

De esa forma la única noticia que tendría la prensa independiente sería respecto a las detenciones de los activistas, como una especie de círculo vicioso. La protesta anunciada quedó convertida en una mera representación. Es curioso que la lideraran artistas de performance como Tania Bruguera, Luis Manuel Otero Alcántara y Amaury Pacheco. Ellos evidenciaron que una protesta anunciada en Cuba puede convertirse en un gran espectáculo. Los personajes antagonistas (los agentes de la ley y el orden) fueron los únicos que estaban visibles en la farsa.

Los protagonistas (artistas y activistas) realizaron su intervención en las prisiones y autos de la policía. Todo un despliegue de recursos, gasolina, personal, en medio del peor desabastecimiento que ha padecido la isla desde los años noventa del pasado siglo. Sin transporte urbano, el pueblo anda literalmente a pie. Hace ya tres meses que no hay cómo moverse.

Pero ausencia es presencia. Al final la labor de un activista es generar conciencia. Esta acción fue también una manera de crear interferencia en los rumores que esparce el gobierno y de llevar este debate a las calles. Es lamentable que muchas personas a estas alturas no sepan lo que sucedió en Guanabacoa el pasado 25 de junio. El acceso a Internet tiene limitaciones por los altos precios y la dificultad de adquirir teléfonos inteligentes.

Como decía el poeta Rafael Alcides, el artista es un testigo que documenta a su tiempo. Mi activismo y periodismo no me han hecho dejar de sentirme creadora. Me dispuse a entender in situ la dramaturgia del poder en época de pandemia y crisis económica. Hay miedo porque el pueblo está en las calles, de un lado a otro, en multitudes en las colas. De haber ido los protestantes con una foto de Hernández a cualquier mercado, habrían encontrado cuórum sin haberse esforzado por convocarlo.

El pueblo cubano está inerme entre los frijoles, el chícharo, la harina de maíz y la leche en polvo. Me siento impotente de ver cómo la vida empieza a valer menos. De cómo se naturaliza la violencia. Hace poco tiempo unos jóvenes asesinaron a dos policías en el municipio de Calabazar. El hecho no quedó impune. Dos policías luego violaron a dos menores de edad. Recientemente fueron procesados. Pero coincidió el crimen de Hernández Galiano cuando todavía se habla del asesinato de George Floyd en los Estados Unidos.

El régimen hará lo imposible por no reconocer que la policía cubana está tan desvalorizada como los asesinos de Floyd. Esta nueva impunidad es riesgosa. Deja a los individuos en un estado de indefensión total. Imagino que la moral revolucionaria de permitir la agresión tanto verbal como física al que piense contrario, influya en ese deterioro de los agentes de la ley y el orden cubanos. Siento un gran respeto y admiración por los artistas y activistas, los protestantes invisibles de la calle 23 y L.  

Lynn Cruz

No es el arte el que imita a la vida, es la vida la que imita al arte”, dijo Oscar Wilde. Y es que el arte siempre va un paso más adelante. Soy actriz y escritora. Para mí el arte, en especial la escritura, es un modo de exorcizar los demonios. Es algo íntimo. Sin embargo, decidí escribir periodismo porque me di cuenta de que yo no existía. En Cuba sólo tienen derecho a expresarse públicamente, las personas autorizadas por el gobierno. Havana Times constituye un ejemplo de convivencia dentro de una democracia y puesto que me considero demócrata, mi sueño es integrar la filosofía de este diario a la realidad de mi país.

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