Crónica de un viaje a Matanzas con soborno policial incluido

Lynn Cruz

El Hospital Militar de Matanzas

HAVANA TIMES – A la llamada de mi madre, acudí a Matanzas, pues mi padre, de 79 años de edad, tenía infección en los riñones, neumonía, y el azúcar en sangre, debido a su diabetes, le había subido a 23. Con todos esos síntomas mi padre llegó al Hospital Militar, de Matanzas, y no lo ingresaron, bajo el argumento de que no había camas. Ni siquiera lo dejaron en la sala de observaciones.

Le recetaron insulina, pero no era la más apropiada para reducir la glucosa a esos niveles. O sea, de no ser por una gran amiga de infancia, quien es enfermera, mi padre no estaría haciendo el cuento, ni yo escribiendo esta historia, pues me encontraría en los preparativos de su funeral.

Puesto que salí de improviso, tuve que acudir al servicio de taxis privados. Para mi sorpresa, el precio de 5 USD que de por sí es caro para el común de los cubanos, desde hace alrededor de un mes, según el chofer, subieron el precio a 7 USD. Oferta y demanda responde el taxista ante mis preguntas. Yo llevaba en mi cabeza el malestar a causa de las irregularidades con la desatención médica a mi padre, de modo que me sentí doblemente abusada por el sistema.

Mientras le reprochaba al chofer por el ascenso del valor del pasaje, sin ofrecer nada a cambio, una mujer que se encontraba detrás de mí me tocó por el hombro y me dijo: “Yo no vivo aquí, estoy de visita, pero sigue así porque es lo justo, sino nada va a cambiar en este país”. El chofer comenzó a narrar todas las vicisitudes que afronta respecto a las pocas ventajas que le ofrece el Gobierno cubano.

Entre otras cosas, se refirió al precio del petróleo. Esencialmente relató que en estos momentos entre piezas de repuesto, combustible y mantenimiento se les va casi toda la ganancia. Por otra parte, él tampoco es el dueño del auto. A pesar de ello le comenté lo abusivo del precio y que los cubanos no debían continuar disintiendo de esa manera, como decimos por acá, apretándonos unos a los otros. Estaba convencida de su parte de culpa en esta historia.

A las 11:55 am del miércoles 10 de julio pasamos por el Punto de Control 0. Se encuentra justo después de la localidad de Guanabo. Sin motivo preciso, un policía detuvo el vehículo. Pasados unos minutos el conductor regresó, y para probar su inocencia respecto a los precios, confesó haberle dado 5 USD al oficial para poder continuar su destino y el de todos los que viajábamos allí.

El uniformado usó un argumento banal para extorsionar al conductor, “que tenía las gomas abiertas¨. Desde hace varios meses, la prensa independiente incluida este sitio, ha venido denunciando la cantidad de accidentes que revelan una causa sistémica. Tal vez el caso más sonado fue el del Chevrolet que perdió la dirección en la zona del Malecón habanero y terminó con la vida varias personas, además del número de heridos ante el impacto del vehículo.

Llama la atención que este policía de Tránsito castiga con un argumento relacionado al estado de los automóviles. Al parecer, el Gobierno dio la orientación de priorizar la circulación en la vía, de medios de transporte en buenas condiciones, sin embargo, el oficial lo que hizo fue usar esta situación para tomar ventaja y sobornar. Me pregunto cuántas veces en el día repite la misma operación.

Justo en ese instante pensé que debía escribir sobre dicho tema. Había fustigado al chofer, quien me dijo, además, que pasar los autos para inspeccionarlos cuesta 100 USD, por medio también de sobornos. “No tienes otra opción, porque te dicen una y otra vez que hay problemas, para que al final tengas que pagarlo por el negro”. Eso significa que ni los propios choferes saben realmente las condiciones técnicas de sus automóviles. 

Frente a esa situación, mi juicio de valores tambaleó. El chofer de victimario resultó ser la víctima. En ese

 

punto ya había olvidado a mi padre enfermo. Sentí la degradación de un individuo frente a la

 

podredumbre de un sistema. ¿Cómo salvarlo? ¿Cómo salvarme? Pues solo me quedó tragar en seco,ser

 

objetiva, y concentrarme en el motivo de mi viaje.

 

 

 

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