Memorias de un cubano gay que emigró
Por Luis Rondón
HAVANA TIMES – Van a ser casi dos años desde que decidí, finalmente, tomar las riendas de mi vida y escapar de una realidad que a mi pesar nunca fue la mía. Fue en gran parte una simulación, un mecanismo de defensa que me construí para sobrevivir a tantos traumas que experimenté en Cuba. Hasta que finalmente, como un último recurso, una última apuesta, escapé de Cuba.
¡Perdón!, permítanme corregir:
Escapé de mí mismo y decidí no cargar más con el peso de esta Isla, parafraseando a los escritores de la era prerevolucionaria y primeros años de la Revolución Cubana, Reinaldo Arenas y Virgilio Piñera, quienes – por ironías de la vida- jugaron un importante papel en todo el proceso de liberación y nuevamente, de cierta manera, salida del armario en mi nuevo hogar, aquí en Canadá.
Todo este tiempo he cargado con tanta información, tanto odio, resentimiento, simulación, pretendiendo ser alguien a medias, que no era yo. Y solo mostrando una parte de mi ser a través de mi escritura. No sé qué sería de mi sin esa arma que me permitió en momentos tan difíciles de mi vida salir adelante y luchar por alcanzar la luz al final de la gran contradicción que fue mi vida durante los últimos 30 años.
Hoy digo, bendita la luz, y afortunado soy de poder, a través de la literatura y el periodismo, describir lo que sentí, lo que sobreviví, y lo que siento hoy.
Finalmente comienzo a avanzar, debo confesar que la paciencia no es mi mejor fuerte, pero hago el mejor esfuerzo para continuar mi largo proceso de sanación espiritual, emocional, y psicológico.
Debo admitir que si me quedaba un minuto más en Cuba, era seguro que pondría fin a la farsa de vida que tenía. Encontré una vía de escape, de respiro, a través de la informática, del ciberactivismo, el activismo político, y la militancia pasiva, mientras trabajé de guía de turismo independiente en la mayor de las Antillas.
Por eso me fui, escapé, huí.
¿Cómo llegué a Canadá? Yo diría que fue un golpe de suerte, una última oportunidad que me dio el destino, el cual me fabriqué por mérito propio y la ayuda de muchas personas que en su momento fueron mis amigos y hoy ya no lo son más. Porque siempre miraron de mí el militante, pero jamás se detuvieron a analizar el ser humano que sobrevivía como podía a todos los síntomas del Estrés Postraumático, el cual llegó a su punto clímax irónicamente cuando ya me encontraba lejos de la isla maldita, pero el daño estaba hecho, fueron muchos años, demasiado aguante. Y como machito ejemplar, por décadas me lo tragué todo, porque cada vez que abrí un pedacito de mi armadura para dejar entrar a alguien, siempre salí perdiendo.
Desde el día primero de mi llegada a Montreal, el 19 de mayo de 2018, hasta finales de agosto de 2019, mi vida se convirtió en la segunda fase del infierno. Fui víctima de violencia doméstica, racismo, intento de abuso sexual, estafa. Mi autoestima, que ya estaba destruida por completo desde Cuba, fue aplastada de mil maneras por algunas personas que conocí al llegar a Montreal. Ellos me trataron con desprecio por el simple hecho de ser latino y demandante de asilo político.
Donde quiera que miraba, en el circulo social que me movía, sentía que apestaba; en múltiples ocasiones se me señaló como un parásito por recibir la ayuda social del Gobierno; como si valiera nada, un apestado más que se estaba aprovechando de los beneficios del sistema, decían.
Estuve al borde del abismo; la depresión, la desconfianza, el pánico, la vulnerabilidad en que sobreviví día a día, fue una experiencia sórdida e imposible de describir. Por suerte, encontré un abogado que me orientó correctamente para recibir ayuda profesional.
Transité por varias instituciones de Salud, por suerte el seguro médico que ofrece el Gobierno Federal canadiense me permitió recibir un adecuado seguimiento psicológico y medicación para la ansiedad y otros síntomas que se manifestaron en mi cuerpo a causa de la acumulación de estrés.
Mi estado mental era una montaña rusa, en ocasiones pasaba de tener un coeficiente intelectual de 85% a 10%, de una persona hábil de palabra, inteligente y activo, a un total retrasado mental sin la capacidad de llenar un simple formulario.
Viví en una gran contradicción entre mi pasado y mi presente: terminar con mi sufrimiento o pasar página, brillar, vivir, y abrirme camino en un lugar donde por primera vez en la vida tengo la libertad de ser plenamente yo mismo. Ese fue uno de los grandes dilemas que compartí con mi terapeuta durante varias sesiones. Fue un proceso difícil. Pero no imposible.
Con paciencia, mucha paciencia, me tomó poco más de un año comenzar a salir del caparazón. Aprender el idioma, integrarme mejor, participar, disfrutar, vivir. Y con el tiempo conocí también personas que sin apenas conocerme depositaron su cariño, confianza y apoyo incondicional, sin intereses sexuales y bajos.
Poco a poco, comencé a identificar y alejarme de personas tóxicas, un factor clave para fortalecer mi autoestima. Y me alejé completamente de todo lo que me recordara los traumas de mi vida pasada en Cuba. País que, hoy digo sin que me quede remordimiento alguno, tiene absolutamente nada que ver conmigo. Lo único que guardaré con cariño será el cariño de algunos de mis seres queridos y los pequeños momentos felices que tuve, los cuales no fueron muchos.
Finalmente, todo comenzó a tomar mejor color en mi nueva vida el día de mi audiencia, aquel 19 de julio de 2019:
Allí estábamos un trabajador social, un amigo, mi abogado y yo. Es indescriptible lo que sentí luego de más de 2 horas de preguntas y respuestas. Hasta que finalmente luego de una pausa, el juez se dirigió hacia los presentes dictando la siguiente sentencia:
“Señor Luis Rondón Paz:
Concluyo que usted es un refugiado de la convención, según el Artículo 96 de la ley.
Su solicitud de protección de refugiado es otorgada.
Decisión concluida.
Bienvenido a Canadá.”
Un calor recorrió mi cuerpo, una felicidad indescriptible.
“Vas a vivir Luis, vas a vivir”, decía para mi interior, mientras lágrimas salían como torrentes de mis ojos. Y di gracias a la vida por haberme enseñado el camino.
WOW! Canadá, ese fascinante y enorme oso blanco que nos imaginamos cuando oímos algo de ese país. ¡Qué coseches muchos éxitos más y enhorabuena por tu nueva patria!
Luis, terrible experiencia has pasado. A muchos emigrados les sucede cosas similares, por suerte saliste de eso. Te deseo lo mejor y que avances en tus objetivos. Un abrazo desde Miramar.