Resaca ciclónica
Por Lorenzo Martín Martínez
HAVANA TIMES – En horas de la madrugada del martes 27 de septiembre el huracán Ian tocó la costa sur de la provincia Pinar del Rio, con categoría 3. Ian atravesó el territorio tabacalero con furia devastadora generando vientos sostenidos de entre 180 y 220 km por hora.
La destrucción fue apocalíptica. En poco menos de cinco horas de tránsito por el territorio pinareño arrancó árboles, voló techos y derribó paredes. Los ríos crecieron y se desbordaron, anegando algunas de las tierras más fértiles de la Mayor de las Antillas.
Las casas de secado de tabaco estuvieron entre los principales daños causados por el pérfido meteoro, quedando perdida gran parte de la cosecha que se guardaba en ella. Luego del paso del ciclón comenzaron a aflorar sobrecogedoras imágenes.
El sistema electroenergético nacional colapsó y hoy sábado, a 4 días completos la mayor parte del país permanece a oscuras. Gracias a que un vecino con planta eléctrica no tiene lugar en su casa para la misma y usa mi patio para echarla a andar, no he padecido los rigores del apagón. Pero mi madre vive en un municipio alejado y se niega a dejar la casa sola, por lo que me he visto obligado a guardarle alimentos, recargarle las lámparas y llevarle pomos de agua congelada para aliviar su calvario.
Salgo temprano a caminar para comprar alimentos, que ya va mermando lo guardado. Pronto me doy cuenta de lo inútil de la gestión: todas las tiendas cerradas por falta de fluido eléctrico y las MLC *1 tienen planta eléctrica pero no tienen conexión para operar sus cajas.
Sin más solución a mano no tengo más remedio que recurrir a los revendedores del barrio. Solo puedo comprar un par de latas, ya que no me atrevería con productos frescos por la falta de frio. Completo la compra con un par de paquetes de espaguetis, puré de tomate y un paquete de café la llave para dividir con mamá.
Después de una hora y media esperando el ómnibus me resigno y comienzo la caminata hasta 60 y 11, en el distante municipio Playa. Pareciera que estoy entrenando para una maratón, ya llevo 4 días haciendo la caminata y mamá de cabezona que no quiere venir unos días a pasárselos conmigo.
Entre cigarro y cigarro recorro Carlos III, el Vedado, paso el puente Almendares y me acerco a mi objetivo. Aún faltan unas 20 cuadras, pero estar en Playa ya me hace parecer q no falta camino apenas.
Las calles se ven plagadas de restos de árboles caídos. La gente sentada en quicios y aceras, con caras de tristeza, mascan sus frustraciones. Algún que otro piquete de niños, ajenos a la tragedia, juegan futbol aprovechando las calles desiertas.
Una anciana de edad indefinida me pide que le dé algo para comprar comida. En un gesto automático meto la mano en la cartera y saco 20 pesos, los miro y pienso que no es nada y que poco podrá comprar. Se apresura a tomarlos y apenas sin agradecer se marcha con el rostro iluminado. Sacudo la tristeza, me alegro de poder ayudar a mi madre y continúo el camino.
Sobre las 2 de la tarde finalmente doblo por 11, esquina a 60 y diviso el carro del marido de mi hermana y pienso que ahora sí se me jodió el día. El tipo es capitán de contra-inteligencia y ella coronel de la Policía Nacional Revolucionaria. No nos llevamos muy bien producto de grandes diferencias ideológicas y por lo general nuestros encuentros terminan en disgustos, pues, por más que lo evitemos, terminamos discutiendo de lo mismo.
Llego, apenas balbuceo un saludo y voy directo a la cocina a dejar los víveres. Maria Luisa, mi hermana, saluda apenas con un gesto y sigue meciéndose en el sillón. El marido, Dennis Raúl, más manipulador e hipócrita me sigue a la cocina y saluda efusivamente.
– ¿Qué hay cuñado ? Hace rato que no nos vemos -dice mientras me pasa una mano por el hombro.
– Acá, dándole una vuelta a la vieja -digo mientras le retiro la mano sin mucha sutileza.
Mamá sale del fondo de la casa y me da un beso y un abrazo de esos que nos reinician el alma, mientras abro la puerta y arrastro una silla para sentarme en el portal. Ella me pide que me quede dentro y cedo. La pobre, hace esfuerzos sobrehumanos porque Mari y yo nos llevemos bien.
Mientras Dennis no ha perdido el tiempo y ha preparado un café. El aroma escapa de la cocina y llena la sala. Mi hermana parece reaccionar, se sale de sus pensamientos y esboza una sonrisa que a mi me luce un rictus. Llegan las tasas humeantes de la mano de mi cuñado y cada uno toma la suya.
Dennis enciende un cigarro y me brinda otro a mí. Lo rechazo educadamente, saco uno y lo enciendo para disfrutarlo mientras bebo mi café.
– Bueno, cuéntame, como está el barrio -me dice Dennis.
– ¿Tú no tienes internet? Me extrañaría que no supieras -contesto escueto.
– Si, pero quería saberlo de primera mano.
– Pues si es así te cuento. Un par de derrumbes que ahora le echan las culpas al ciclón. No hay luz ni electricidad ni gas ni comida… pero eso ya lo sabes. Lo que te interesa es saber cómo está la gente de ánimo jajaja.
– También, siempre es bueno tener opiniones frescas y si son del enemigo mejor -me dice cínicamente.
– Mira, déjame aclararte que yo no soy tu enemigo. Tú te comportas como enemigo de la gente solo porque piensa diferente y quiere prosperidad para su patria. Pero te tengo la noticia de que esta también es tu patria, que lo que haces es injusto e inhumano y que tarde o temprano tu revolución se jode y tú no cabes en el avión de los jefes.
– Yo no sé para que tú hablas nada con este –interrumpe mi hermana- pareciera que le pagaran desde Miami por hablar mal de la revolución.
– Mary, si me pagaran un centavo por cada vez que hablo o pienso lo peor de tu revolución ya fuera millonario. Pero te digo más, si le pagaran por lo mismo a cada cubano que lo hace quiebra el tesoro de Washington. Quien peor habla de tu querida revolución es ella misma con su actuar, con su represión, con el hambre… a veces me pregunto si de veras crecimos juntos y en qué momento nos diferenciamos tanto, cuándo fue que perdiste el sentido de la realidad o de la decencia, contesto insultado.
– Ya está bueno ya -increpa mamá- parecen perros y gatos cuando se juntan, ¿Coño, será que nunca voy a tenerlos a los dos en paz en la casa a la misma vez?
– Es que este viene con sus gusanadas a hablar mal de la revolución, en vez de agradecer -contesta mi hermana.
Finalmente arrastro mi silla al portal, dando por terminada la discusión. Allá me alcanza Dennis, con otra carga de café humeante y va a sentarse en silencio a mi lado. Al rato sale mi hermana, Dennis se pone de pie y se despiden.
– Cuídate, eres mi hermano y te quiero, no andes mucho por la calle que está mala -me dice mientras camina hacia la calle.
Montan en su carro y se pierden pronto de la cuadra. Mamá viene e intenta cambiar mi mal humor con un par de besos. Le devuelvo una sonrisa y voy a la cocina a ayudar a preparar algo de comida para hoy.
Mientras cocino unos espaguetis con carne enlatada mis pensamientos vuelan. Me pregunto cómo dos seres criados bajo los mismos principios pueden pensar tan diferente. Me pregunto qué le agradece mi hermana a este régimen que la hace hasta disgustarse con su familia. ¿En qué momento cambió tanto? ¿Sentirá lo que dice o es solo un discurso de frente al público? ¿Cómo puede ser tan hipócrita que defiende este gobierno, pero vive y acepta las remesas que le envía la hija desde los Estados Unidos?
Me canso de hacerme preguntas sin repuestas. Termino el espagueti. Sirvo para los dos. Comemos en silencio, mamá sabe lo que pasa en mi cabeza y lo respeta. Me pide que me quede. Callo, pero asiento con la cabeza.
Estoy cansado y no solo físicamente. Mañana me levantaré temprano y regresaré a mi casa. Solo pido a Dios que se restablezca el fluido eléctrico y la vida vuelva a la rutina de siempre. Rutina miserable, pero infinitamente mejor que la que vivimos hoy.
——
*MLC sistema de tiendas implantado en Cuba donde solo se puede comprar con tarjetas en Dólares o Euros, llamados acá Moneda Libremente Convertible.
Lo que ha hecho este gobierno es impagable, pero la división entre las familias es lo peor de lo peor. Desde que llegaron al poder empezaron problemas que no existían, todo lo politizaron, hasta las relaciones humanas. Pusieron a unos miembros de la familia a chivatear a otros. Lo de tu hermana no tiene explicación, está aducida, y no es fácil que entienda, es una religión, no se cuestiona nada. Sin desmeritar a nadie, a todos los «revolucionarios» que conozco son fanáticos, y el gobierno se apoya en ellos, son personas que no discurren, que no leen un buen libro, ni les interesa una buena película. Por suerte cada vez son menos y la nueva generación no conecta con el sistema. La pena es que tu mamá está en una posición incómoda, tienen que hacer un pacto de no hablar de política frente a ella. Por cierto, ¿qué le llevó tu hermana a tu mamá? Algo de su jabita.