Una visita del extranjero
Por Lien Estrada
HAVANA TIMES – Mi madre me comentó la visita de su hermana de los Estados Unidos. Instantáneamente recuerdo que necesito cuerdas nuevas para la guitarra, las últimas que pude conseguir eran caseras, pero quien me las vendió aseguraba lo bien que funcionaban. Un juego nuevo cuesta alrededor de 2,000 pesos. Si tienes quien pueda traértelas mucho mejor, me recomendó el vendedor, porque allá no son difíciles de encontrar, ni son caras.
Por tal motivo le pregunté a mi mamá si podía decirle, por favor, que me trajera un juego de cuerdas de nylon. Me respondió que sin lío se lo iba a decir. Pero también recuerdo que me hacía falta una púa para tocar. Pero en mi mente a la púa le siguió un listado casi interminable: desde los artículos más pequeños y simples como audífonos, memoria usb, agendas, hasta esos imprescindibles como zapatos, ropas, y sin poder olvidar la compu que se rompió hace meses, un celular androide, me encantaría una cámara fotográfica Cannon con sus lentes, trípode, estuche…
Como es de esperar hasta allá no llegó el pedido. Por supuesto no nos lo permitimos. También las memorias quedaron en la intención. Porque de la tía, ni de nadie, se debe abusar. Además, esa cuestión de querer resolverlo todo a partir de alguien, no es aconsejable. Pero en estas situaciones se experimenta casi siempre esa sensación de saber que vives en una especie de cárcel aunque no lo parezca. Donde cada artículo, por muy pequeño e insignificante que sea, se torna relevante, más que costoso, valiosísimo. Si cualquier cosa (un imperdible, un gancho, una aguja) se extravía, se genera una impotencia y dolor inefables.
En Cuba, donde la carencia de lo más mínimo, no hablemos de lo máximo, marca nuestras vidas desde que nacemos hasta que morimos (estoy por pensar que nos marca aún si emigrados como si no), todo cobra un matiz extraordinario. Aun conociendo de antemano que no debería ser así, que en otros mundos, en otras tierras, eso que apreciamos tanto está dentro del orden de lo burdo, de lo intrascendente.
El día de la visita llegó. Estamos felices porque allá todo el mundo está bien después de todo. Mis cuerdas y púas están ya en mis manos. Siempre es un regocijo saber que tenemos a quien pedir ayuda, y nos responda positivamente. Decido quedarme con esta idea última, y trato de desechar la otra en que quizás seremos dependientes toda la existencia por circunstancias no precisamente coyunturales, como declaró el presidente de Cuba, sino por esas causas políticas e ideológicas limitantes de parte de quienes gobiernan.
Causas tan frustrantes que no dejan de tener relación, obvio, con las actitudes individuales y colectivas de todas y de todos los que vivimos en la Isla. Pero reconociendo la complejidad del asunto, creo mejor no pensar ahora mismo en esto. Y sí en la bendición de todos los encuentros con las personas que queremos y respetamos, con quienes nos respetan y nos quieren. Tengan o no la solución de nuestras necesidades materiales. Por esta razón me siento agradecida.
Hay de todo, los que piden lo necesario y los que piden hasta un cepillo de dientes y viven sin trabajar, esperando la remesa de cada mes. Un amigo, allá por el año 2000, fue de visita a USA y la famiia le preguntó qué quería, él le dijo, una cámara de video, nada más, con una cámara me busco la vida en Cuba. Así fue, sacó adelante a su familia filmando bodas, sin depender de su familia.