Un recuerdo de manifestaciones ordenadas y las no permitidas

Desfile del 29 de noviembre en la ciudad de Holguín.

Por Lien Estrada

HAVANA TIMES – El viernes 29 de noviembre, alrededor de las 9:30 de la mañana, se encontraba un desfile por la calle Maceo de Holguín. Eran algunas escuelas de niñas y niños con capacidades diferenciadas, la Asociación Cubana de Personas en Situación de Discapacidad Intelectual, la Cruz Roja, y demás participantes, incluyéndome a mí que me añadí a los que marchaban. Soy de la opinión de lo imperioso que es generar una sociedad inclusiva. Conocemos de sobra las consecuencias destructivas de los mundos excluyentes.

Regímenes dictatoriales dan muestra de lo catastrófica que puede llegar a ser entre los seres humanos la perspectiva totalitaria. La cultura de crueldad que crean y el sufrimiento de tantos y de tantas que integran esta clase de sociedades es notablemente constatable.

Por esto me uní a esta marcha. Me alegraban los mensajes que llevaban en sus carteles y pullovers. Se dejaba leer «Las diferencias nos enriquecen». Otro: «Cada uno brilla a su manera», También: «Yo quiero, yo puedo, yo soy capaz». Y uno que me gustó mucho: «Juntos construyendo una sociedad inclusiva».

Lo controversial de la experiencia es que este evento se realiza justo en un país donde mujeres y hombres pueden ir presos por expresar su manera de pensar si este disiente con el discurso oficialista. Donde puedes ser frustrado en tus estudios o trabajo (no valen tus méritos humanos o capacidades y habilidades por muy buenas que sean) si no colaboras con la ideología del gobierno. En un Estado que muestra hasta el cansancio todos los días que la persona no vale nada fuera de la órbita que traza el mismo poder.

En un país con esta clase de sistema, totalitario, todo entra en el terreno de lo sospecho. Por esta causa, muchas y muchos de quienes vivimos esta experiencia, la misma idea nos alcanza: esto sirve de fachada para la defensa de la tiranía en la luz pública internacional. Y es que hasta cierto punto no se puede negar. Las escuelas están ahí, los programas sociales existen y cada vez más se conscientiza la sociedad… pero! hasta donde quiere el gobierno, hasta donde permita el gobierno. Hasta donde este quiera.

Me resulta inevitable un recuerdo cuando de esta cuestión se trata. En aquellos años estudiaba en Matanzas en el Seminario Evangélico de Teología. Fue al principio del 2000. Éramos muy amigos y amigas de los estudiantes de medicina latinoamericanos de aquella ciudad. Y en una ocasión querían hacer una marcha a favor de la paz. Una amiga uruguaya, hija de comunistas en su país, se me acercó y me hizo un comentario sobre esto. Me resultó revelador para siempre.

Me dijo: «Ellos piensan que pueden marchar, aunque sea por la mejor de las causas, ¿y que los dejarán así por así? ¿Ellas tienen esa ilusión? No se percatan que en este país se hacen desfiles todos los días pero mandados por el Comandante. Si no los ordena, pues no se hacen».

Y tenía toda la razón. Esta realidad existió ayer, existe hoy, y seguirá existiendo, por el solo hecho de que es sistémico. En las dictaduras todo funciona a partir de su lógica, su voz, su dirección. En Cuba este culto al caudillo y la obediencia a ultranza del resto no ha cambiado. Formación de las ideologías totalitarias.

Es imprescindible cambiar esta clase de sistemas, y por tanto de gobierno, para lograr una sociedad realmente inclusiva. De lo contrario podríamos decir, con tristeza, que todo intento dentro del mismo es telón de humo. Gas de luz (gaslight). Manipulación.

Pero ya estamos en adviento. Primer domingo de diciembre. Por principio debemos sentir esperanzas, y esperar con bondad y amor la llegada de esa manifestación de Dios entre nosotros y nosotras que nos ayude a superarnos cada vez más. No es tiempo de cultivar el pesimismo. Doy gracias a Dios por esta marcha, a pesar de. Y confío que la sociedad cubana, esta que no emigra, porque no puede o no quiere, construya un mundo inclusivo de veras. Donde todas y todos podamos tener voz, una voz que se respete, se escuche, y así tener un espacio de realización. Y poder agradecer la vida con sinceridad.

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