Un niño judío muerto en Cuba cuenta una historia

Por Lien Estrada

HAVANA TIMES – Yo conocía la tumba donde está enterrada la madre del dictador Fulgencio Batista. Anterior a la dictadura actual. Gracias a un amigo franciscano que tuvo la gentileza de enseñármela. Y  pensé que era el único cementerio del lugar, pero en mi recién visita a Banes supe que había un cementerio judío también, que estaba al lado del cristiano. Como se sabe, los entierros de ambas creencias no se realizan juntos. Uno desapareció. El judío por supuesto.

Y en su lugar hay un monumento comunista a los combatientes caídos, imagino que se encuentran los soldados que fueron a Angola y a otros lugares en el mundo.

Actualmente se encuentran tumbas judías dentro del cementerio cristiano. Le he pedido nuevamente a mi amigo franciscano Alberto Cruz que me enseñe este otro cementerio que desconozco. Y cierto. Allí está. En el mismo Norte de Banes donde las brújulas, ni rotas, se pierden. Mi amigo, además de su espiritualidad, es todo un historiador. Y con ese espíritu investigativo que siempre tiene empezó a enseñarme las pocas tumbas de judíos.

Se conocen porque no llevan cruz. Actualmente no tienen nada escrito: ni nombre, ni fechas, ni lugar, ni siquiera su estrella de David. Solo queda una tumba con estos datos y que se conoce que es de un judío porque sí, su estrella de David está muy clara, y es de un niño. Mi amigo me enseña que los judíos no se ponen flores, sino piedras. Entendí el final de la película de Steven Spielberg, La lista de Schindler. Y me avergoncé por no haber preguntado antes por qué en la película ponían piedras en vez de flores a Schindler.

Resulta ser que en la pequeña tumba del niño judío había una piedra. Le dije a mi amigo católico, de la orden franciscana, por favor, no le quites la piedra de su tumba. Y me  contestó, la he puesto yo la semana pasada. Me sonreí. Me felicité por tenerlo de amigo. Es admirable encontrar en el camino personas con esa sensibilidad que nos ayuden a crecer con manos de seda. No le dí las gracias con mi voz, pero sí con mi alma.

Me enseñó además las tumbas de un sacerdote católico, catalán, que compuso un Ave María. Me enseñó la tumba donde estaba enterrado su padre. La que pertenecía a una familia amiga de él muy querida. La tumba de los mambises que tenía un cañón de madera, pero se lo robaron para hacerlo leña seguramente y cocinar. Me enseñó como siempre, tanta historia de su terruño. Que no puedo dejar de estar agradecida. Estoy segura de que mi agradecimiento será hasta encontrarme con esa hermana que el propio Francisco decía: Hermana muerte.

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