¿Resignación?

HAVANA TIMES – Todas las tardes, muchachos de no sé cuántos lugares conocidos y sin conocer, se reúnen a jugar fútbol en la calle de tierra frente a mi casa. La bulla, ese escándalo perenne porque fallaron en la cancha (que son dos piedritas limitando dónde debe dirigirse la pelota para ganar), igual si dieron el gol, es realmente desesperante. Me prometí que si en una de esas patadas, la pelota caía en mi patio, iba a coger un cuchillo y haría trizas el balón. Esa iba ser mi venganza de haber tenido que soportar tantas tardes horribles sin saber dónde protestar.
¡La oportunidad llegó! Saliendo de mi casa, vi el balón en una de mis plantas de amapolas y las manitas de un niño de unos 11 años queriendo abrir la verja. Me dije: ¡te cogí! Exclamé: ¿oye muchacho que tú quieres ahí? La manita salió de la verja y me respondió: La pelota se nos ha ido para su patio, está ahí. Yo salí resuelta, cobraría de un solo viaje tantas pesadeces juntas. Y me veo frente a la alta Amapola donde se ubicaba el balón. Era de fábrica, muy lindo, indudablemente traído de allá, del extranjero.
Porque en Cuba, que yo sepa, ni se producen ni se venden en tienda alguna, en todo Holguín.
Mi pensamiento a la velocidad de la luz me hizo consciente: estos niños posiblemente lo único que tengan sea este juego con su balón, flacos, tostados por el sol, sin camisa y casi sin zapatos, desde que nacieron aguantan los fuertes apagones como yo, vaya a saber una si comen, por supuesto no como es debido, en Cuba muy pocas familias comen como es debido. No tienen ni escuelas porque los maestros o se van para los negocios privados como la mayoría de los profesionales o se han ido del país como el resto de la población cubana.
Estos niños no tienen ni tendrán posibilidades de nada o muy poco, porque vivimos bajo un gobierno que lo único que le preocupa es su mandato, lo demás, mal necesario. Y lo que les espera a esta muchachada mal nutrida con un saco de frustraciones al hombro como vivimos tantas mujeres y hombres en el país es una balsa, rogando que no se lo coman los tiburones, o la selva para llegar a Curitiba, Brasil, o cualquier otro lugar en el planeta tierra. Les devolví la pelota.
La cogieron, me dieron la espalda y se iban con sus pequeños pasos. Gracias, se dice gracias, les dije. Hay que educar cualquiera que sea nuestro destino. Gracias, me contestó primero uno, después el otro. Entré a la casa riéndome de mí misma, con eso de que iba a devolverle el balón como yarey para escoba… Mira usted. Y me he compadecido de una manera que por favor… Bendito Dios. Así es la vida en más de una vez. Una piensa una cosa, y la existencia te dice: «Ven, mira si puedes hacer lo que pensabas hacer». Y tienes que replanteártelo otra vez.
Me gustan mucho tus escritos porque reflejas la realidad desde tu punto de vista con sinceridad. Dan pena esos niños y adolescentes, por lo menos nosotras conocimos otra realidad un poco mejor. Gracias!