Otro lujo en Cuba: trabajar en lo que se estudió
HAVANA TIMES – Fue mi compañero de trabajo en el Jardín botánico. Era el recién graduado en Biología de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba. Me contó que ya en las últimas vacaciones que tuvo como estudiante vino al Valle, la zona recreativa donde se ubica entre otros espacios de diversión, el Jardín.
Y estando en la parada para tomar la guagua de regreso, se fijó más allá de la cerca que estaba a sus espaldas. Un campito cuidado, lleno de plantas y con una tranquilidad pasmosa. Exclamó: «uy, que aburrido debe ser trabajar ahí».
Termina de contarme que cuando fue a buscar la boleta en el Órgano de Trabajo, donde le decían dónde iba a empezar su servicio social, se sorprendió al ver el nombre del lugar que recién conociera y se había dicho lo aburrido que era: el Jardín Botánico. Yo me reí mucho con esta historia suya.
Ahora me lo encuentro en una de las calles cerca del centro, detrás de una carretilla vendiendo frutas y verduras. Nos saludamos con afecto, descubriéndonos laborando en otros lugares tan lejos de aquel amable y aburrido que llegamos amar.
Pero mi joven amigo biólogo no es un caso exclusivo, o único en todo el panorama cubano con respecto al tema de los nuevos profesionales. Es la muestra de un fenómeno social más que notable. Por la crisis extrema actual que se padece en el país no parece que desaparezca, sino más bien ir in creciendo.
Mi prima hermana estudió licenciatura en Economía en Holguín. Trabajó pocos años en el banco. Decidió dedicarse a vender artículos desde su casa. Su esposo, graduado de ingeniería en Telecomunicaciones en Camagüey, terminado su servicio social en la empresa eléctrica se dedicó a crear un pequeño negocio. Muchos de sus compañeros ahora se dedican a arreglar celulares, computadoras, motorinas, en talleres particulares.
Mi primo más chiquito después de graduado también en Telecomunicaciones, pero en Santiago de Cuba, se ha dedicado a trabajar en un ministerio en la iglesia Bautista de la Convención Oriental. Igual mi vecina, que visito de vez en vez para comprarle películas, porque ese es su negocio en la casa, además de venta de agua, dulces y pan, es muy joven y graduada de enfermería.
Otro de mis primos, graduado en mecánica, junto a su hijo también universitario, han optado por un horno y la elaboración de masas para hacer pizzas, que luego reparten en sus motorinas a las distintas cafeterías que las solicitan en Holguín.
Es un hecho que muchas y muchos que asumen como profesores cada curso en sus escuelas son personas ya jubiladas. Los llamados reincorporados. Porque no hay maestras ni maestros. Luego los graduados y graduadas se resuelven la vida, en caso que no pudieran salir para el extranjero, en aquellas actividades «que les dé dinero», principalmente en la venta de ropa, comida, y artículos de primera necesidad.
Existe la opinión de que aquella generación que lo sacrificaba todo en aras de un futuro socialista glorioso ya no nace más en la Isla. Más bien parece que están muriendo, si no físico, espiritual. Y el interés por lo económico perdura sobre lo ideológico, aunque el discurso oficialista lo quiera disimular a ultranza.
Y no por esta realidad. Es que los altos precios que se encuentra en todo, y el conflicto constante por décadas con el salario, que no puede suplir las necesidades, aquellas incluso más básicas para poder vivir, cambia la percepción de los ideales. Y por supuesto, trabajar en lo que se ha estudiado en un país con el presente descalabro económico prolongado, no resulta ser una alternativa para nadie. Sean esos estudios de cuatro, seis, o más años. Salvo para aquellos que amen mucho sus carreras y cuenten con familias con buenas condiciones económicas, como es tener padres en el extranjero.
La crítica situación golpea en más de una cuestión. Para no decir que en casi todas. Y una de ellas, aunque sea la que menos se mencione, es en las realizaciones profesionales. Que también debilita, y mucho una sociedad. No solo porque la priva de ese personal idóneo para realizar esas tareas en específico, o por lo que se pierda en lo económico lo invertido en este sector especializado. Sino porque tiene que ver con la satisfacción personal. Tan necesaria para una vida sana y plena. Esa que aspira tener todo ser humano, y que es tan difícil obtener sin esa satisfación personal.
La dignidad individual y colectiva es mucho más que un esfuerzo propio e individual. Es una responsabilidad de todos y de todas. Estado-pueblo, individuo-comunidades. El llamado ha de hacerse. Tiene que ser una preocupación. No es un tema para otra ocasión.