Me contó el capitán
HAVANA TIMES – El pasaba con frecuencia por el lugar donde yo vendía mis libros. Se detenía, los miraba e intercambiábamos alguna que otra palabra. Así empezamos a conocernos. Supe que era militar retirado, llegó a ser capitán y combatió más de dos años consecutivos en Angola como zapador. En esto me contó un pasaje de su vida que creo nos ha pasado a todas las cubanas y cubanos de alguna forma.
Me cuenta que había terminado su misión con honores. Aunque enfermó de los nervios. ¿Qué te pasaba?, le pregunté.
Cuando miraba veía a todo el mundo vestido de militar, por ejemplo, me respondió, o sentía los silbidos de los disparos en mi cabeza dormido, cosas así. Pero me recupero, sigue contando, y el jefe me manda a buscar desde La Habana. Y yo pensé que era para darme una casa por mi buen desempeño en la guerra. Cuando llego me entero de que es para enviarme a Etiopía. Y me negué.
Me dice el jefe: usted sabe perfectamente lo que significa una negativa en lo militar. Una indisciplina que se considera deserción. Y eso va a su expediente. Correcto, le contesté al jefe, pero antes de usted manchar mi expediente por deserción léalo otra vez. Me dijo: es verdad, sería una lástima dañar su trayectoria. Y fue cuando decidió no poner nada en mis papeles y me regresé a Holguín.
Yo le escuchaba con atención y reconociéndome en su historia. Las veces que nos han llamado y una piensa que es por un reconocimiento, y ha significado una solicitud por más sacrificio. Aquí en la Isla la lógica como que pierde a menudo su camino. Recuerdo una vez que me llaman por teléfono para que me presentara en las oficinas de Emigración en el reparto Peralta. Muy lejos de donde vivo.
Llegué a pensar que podía ser una reclamación familiar por parte de mi padre que vivía en los Estados Unidos. Resultó ser la Seguridad Política de Holguín, para preguntarme ¿por qué escribía para publicaciones independientes y no en Cubadebate? Este último espacio oficialista para las quejas y opiniones que pudiéramos tener las cubanas y cubanos.
Ese día yo había amanecido con el pie izquierdo: mi almuerzo fue un mango, había caminado por todos los lugares buscando trabajo sin encontrar, y tenía una virosis que me estaba matando. Señor mío, respondí, porque yo escribo donde quiera escribir.
Pero cuál fue mi susto al descubrir que lo que había pensado como buena noticia, era lo contrario. Recordarme lo que detesto que me recuerden: «está vigilada, y la libertad que asuma tener tiene graves consecuencias en su vida en esta patria donde nació».
No obstante, contra todo pronóstico desde el poder, y sus dinámicas, una subsiste, resiste, y cree en algún momento que es importante dar su testimonio para ayudar a otras y otros a tener mejor consciencia.
Entendí al capitán. Me pasó a mí. Le pasa, seguro, a muchas mujeres y hombres en la Isla de Cuba de hoy. Es una realidad.
Su testimonio sin duda es muy valioso persista.