Los del carné del Partido Comunista se van también

Manuel Menéndez Castellanos, exdirigente del Partido Comunista de Cuba, llegó al Aeropuerto Internacional de Miami el 15 de agosto. Foto: Mario Penton para Marti Noticias

Por Lien Estrada

HAVANA TIMES – Un amigo me hizo notar que los que no han tardado en recogerlo todo, vender sus casas e irse del país han sido los dirigentes del partido comunista de Cuba. Si tenemos en cuenta que, en la Isla, como en la mayoría de los Estados totalitarios, es un requisito imprescindible para asumir cargos importantes en empresas, instituciones y demás organismos pertenecer al único partido ideológico que rige el país.

Y cuando hablamos que, al partir a otros países, principalmente a los Estados Unidos, estamos hablando de que no salen solos, sino con sus hijos, hijas, nueras, yernos, nietas y nietos… Sin el menor conflicto. No he podido menos que darle la razón a mi amigo. Porque varias de mis vecinas que eran justo del partido ya no están. En su lugar han quedado parientes u otras personas que les han comprado sus viviendas.

Por mi parte, he tenido la dicha de haber mantenido muy buenas relaciones humanas con ellas. Recuerdo una ocasión que una tuvo la gentileza de quererme conseguir una plaza en su trabajo. Y su esposo tuvo que esperar para reunirse con ella en Miami, por cinco años, porque tenía cargos en el ministerio del interior.

Mi otra vecina fue también muy amable conmigo. Me ayudó a encontrar mi gata cuando se me extravió por su patio, además de otros favores como prestarme su teléfono fijo, lo que nunca tuvimos en casa. En Cuba los que tenían este privilegio, teléfono fijo, eran precisamente los dirigentes.

Mi relación con los vecinos del frente, tampoco fue distinta, también pertenecientes al partido. Y así otros más de la cuadra, jefe de empresa por ejemplo, que se fueron igual, todos. No hablamos ya de la despedida de un nieto o un hijo y ya, hablamos de familias completas.

O sea, no se está viviendo precisamente la experiencia de 1961 cuando se declara el carácter socialista de la nación, y partieron los que no coincidían ideológicamente. O los que se marcharon luego en 1970 porque el modelo soviético implantado en la tierra con su sol caribeño no respondió a sus expectativas.

El caso de 1980 con el Mariel, bien violento, inolvidable para todas y todos en Cuba, que no se cansaba en gritarle a los cuatro vientos que eran la escoria de la sociedad, la lacra que no correspondía con los valores socialistas del país. O más tarde en 1994 los balseros. Tampoco aquí non se paró en proclamar que no se marchaban por cuestiones políticas porque «en Cuba no se perseguía a nadie por sus ideas», se iban por cuestiones económicas.

Ahora el éxodo es más que masivo. Mucho más que los conocidos anteriormente, tengo entendido. A través de estas largas y dolorosas décadas llamada «revolución», se sigue optando por la salida. Solo que actualmente no son solo los contrarevolucionarios, la escoria, los desgraciados económicamente, son todas y todos los que puedan: los pintos, verdes y maduros.

Lo político, lo social, y lo económico se ha convertido en una misma cuestión: catástrofe. Un caos que solo parece permitir una solución posible: la partida. Se tenga o no carnet de militancia comunista. Es la conclusión.

En otros tiempos esto hubiera sido inconcebible. Al menos muy engorroso el asunto. Hoy la mayoría lo entendemos. Porque también ocurre que para no pocos en la tierra cubana ya no existe socialismo como ese que se deja leer en los libros marxistas de antes o después. Ni bien común que defender. Solo una sobrevivencia cada vez más brutal, terrorífico, en una jungla humana sin piedad, por un grupo en el poder que solo vela por sus intereses.

Por mi parte, no tengo absolutamente nada que juzgar. Menos reprochar. Es una responsabilidad que nos alcanza a cada uno de los cubanos y cubanas. Aunque quienes vivieron aquellos tiempos tan crueles por la parte ideológica en que la dinámica para demostrar fidelidad a los ideales socialista de algunas era dirigirse a las estaciones de policía para denunciar a otros. Porque el vecino dijo esto no muy acorde con los principios revolucionarios, o se puso aquel pullover con expresión en inglés, el que le pedía registros al de al lado porque lo veía en acciones sospechosas…La lista es enorme.

Son hechos que para quienes lo sufrieron y observan lo que está sucediendo puede resultarle más que tristes. Frustrante. Y obvio, deben tener una opinión distinta a la mía. Yo lo tomaría, que no lo padecí, como para no olvidar esa etapa, buscando no repetirlas. Además de no cansarme en sostener que toda sociedad debe construirse sobre el respeto a los demás, empezando por sus criterios. Esto es fundamental.

Pero es imposible lograrlo frente a un gobierno que todavía reparte palos a sus miembros para que golpeen a quien se atreva a reclamar por aquello que este, único y soberano Estado, no conciba o considere correcto. Y menos, puede construirse esta clase de sociedad donde todo el mundo se va con o sin ideales. Con o sin principios claramente políticos. Y donde el proyecto de vida se encuentre fuera de nuestras fronteras e imposible de generar en la propia tierra.

Lee más del diario de Lien Estrada aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *