Las sin casa, los sin luz
HAVANA TIMES – Me había parecido que hasta ese momento había vivido los apagones en casa. Lo que no puede ser del todo cierto porque los apagones nos han acompañado creo que desde siempre y en algún momento debió haberme cogido fuera de mi zona de confort. Pero quizás esta haya sido la impresión porque tengo sumo cuidado de estar, y no salir de casa cada vez que conozco que habrá esa oscuridad alrededor por muchas horas.
Pero en esta ocasión mi grupo de «Ayuda B06» me llama para que nos encontráramos a las 8:30 p.m en el centro, parque San José. La intención era repartir merienda a personas que sufren de indigencia y duermen en las calles. Yo tenía corriente en mi zona cuando salí para la tarea, pero me enfrento a unas seis cuadras más allá con el apagón que me impresionó mucho más que lo normal.
Además, por lo que comenté que tengo cuidado siempre de pasarlo en casa, por pensar erróneamente que hay zonas privilegiadas donde no toca esta desgracia, el centro o cerca del centro de la ciudad, por ejemplo. Estaba equivocada. En algunos lugares más, en otros menos, pero en todos llegamos a experimentar estas adversidades que imponen las circunstancias económicas y políticas actuales.
O sea, me impactó. En la misma esquina del corredor, Martí y Maceo, un señor vendiendo en su catre dulces, y otras cositas para niñas y niños. Le alumbraba un bombillo recargable. Me resultó surrealista. Y en la otra esquina de la calle Mártires, mesas y sillas en plena calle, con grupo musical y cantantes y luces… con sus baterías de corriente traídos de no sé qué país, donde ya parecía otro mundo. ¡Todo contrastaba tanto!
Seguí caminando. Más allá es que se encuentra el San José. Nos alegramos de vernos, y comenzamos con el propósito que nos había conducido allí. La merienda consistía en un bocadito, refresco y café.
Vimos primero a Yaquelin, iba a dormir frente a la Casa de la Trova, sin medias, era una noche fría, así que le prometimos hacerle llegar un par cuanto antes. Alguien dormía profundamente frente al parque de las Flores. No nos animaba dejarle el pan al frente, se lo podían llevar. Lo llamamos fuerte incluso, pero nada. ¿Estará muerto?, pregunté. Bruno, el joven líder del grupo nos responde que no. Respiraba. Irrespetuosamente levantamos su manta y le dejamos el pan.
Otro señor dormía frente al Museo Natural de la calle Maseo, este se despertó rápido y agradecido tomó su pan, y refresco y el último trago de café. Nos encontramos con un joven durmiendo en la esquina de Maseo y Martí, era ciego. Quienes vendían nos lo dijeron y le ayudamos con el vaso y el pan. En los quicios de la calle Libertad, a un lado del parque Calixto, al lado de la librería y peluquería, duermen muchas personas. Principalmente hombres. Y en los alrededores de la San José también. Repartimos 18 meriendas de 20 que se llevaron.
En ocasiones se llegan a repartir 38. Estamos pensando en hacer una actividad con estas personas para fin de año. No hemos salido del centro, y pienso también en los animales callejeros. En tiempos de fuertes crisis son los que más sufren. Aunque el frío en la Isla pueda no ser tan intenso no deja de ser otra adversidad para estas personas sin hogar.
Recuerdo, cuando vivo estos acontecimientos, una anécdota que nunca he confirmado si fue cierta o no, pero me pareció desde siempre interesante. Me comentaron que cuando llegó la Madre Teresa de Calcuta a este país, Fidel Castro la recibió, y le preguntó: «Madre, ¿qué viene a hacer en Cuba? Y ella respondió: vengo a ver a los pobres. Y Fidel respondió: Los pobres no existen en Cuba. Ella le dijo: ¿quieres que te los enseñe?». Esto puede ser cierto o falso, pero conociendo al Comandante y Jefe Supremo del país lo siento como cierto. A veces existe solo lo que se cree.
Hablamos un rato en el parque y nos despedimos. Estaba a más de la mitad del camino por recorrer para llegar a mi casa, cuando llegó la luz. Escuché el escándalo que se forma cuando llega. Esa manifestación cubana cuando dice adiós a ese estrés de batirse sin electricidad. Me alegré por ellas y ellos. Los de esa zona, grande por cierto. Porque les había llegado temprano. No eran las 12:00 de la noche todavía. Tuvieron suerte.