Las instituciones fantasmas aumentan en Cuba

HAVANA TIMES – Mi prima tiene un hijo de unos cinco o seis años. Su esposo fue hace unos días a la Casa de la Cultura para inscribirlo en alguna disciplina, y desarrollarle así alguna habilidad artística. Al llegar al centro y preguntar en qué área podría matricular al niño, la respuesta fue que en ninguna. No había instructores de teatro, tampoco maestras de canto o quien enseñara guitarra, dibujos o aprender a trabajar con el barro para hacer artesanías. No había profesores de nada.
Cuando mi tía me lo comenta no pude creerlo. Esta experiencia no se vivió ni en aquellos tétricos y monstruosos años 90, el llamado «período especial». Donde yo misma, en medio de aquella crisis atroz, participé en un grupo de aficionados de teatro que se llamaba «Arenas». Cuando los fines de semana se exponían frente a la institución las pinturas de las niñas y niños que estaban en esta clase, existía un mural con cada una de estas convocatorias y los horarios de los cursos con los nombres de quienes iban a impartirlos. Esto no existe más.
La institución cuenta con un guardia que abre sus puertas a las ocho de la mañana y cierra a las cinco de la tarde, con una recepcionista en el amplio salón vacío, un pequeño sofá de madera y alguna que otra silla aquí y allá. Me entristeció mucho saber esto.
Porque el desafío va cada vez más allá. Otras malas noticias llegan y se suman a las angustias diarias como lo elevado de los precios en la comida, la ropa, los zapatos y artículos de primera necesidad, al serio problema de lidiar con esas largas horas y sin control de la falta de corriente eléctrica, la escasez de gas licuado, un trasporte precario, la salud pública y la educación también en un desmantelamiento casi total, una burocracia que no facilita en lo absoluto lo más elemental…Lo cierto es que más adelante nos encontramos con otros sinsabores. Como estos de centros fantasmas.
Espacios de formación que siempre concebimos como garantizados, ahora pues se muestran vacíos, sin nada que ofrecer, por mucho sentido que tuvieran o tengan en nuestra sociedad. Por motivos de salarios, salarios ínfimos es lo que pagan en estás plazas del ministerio de Cultura, nadie o muy pocas personas optan por ellas.
Las consecuencias de esta lamentable realidad cultural en el país serán nefastas. Que, al estar bajo otras tensiones más urgentes, como las ya mencionadas, quizás no hagan notar su importancia, es una cuestión, pero que su importancia es vital como las demás necesidades también es un hecho. La cultura en cualquier país, en cualquier pueblo, es fundamental. Como la educación misma. Son las que alimentan el espíritu, generan razón de ser, y permiten existencia plena, con sentido humano, verdaderamente digna.
La expresión «no solo de pan vive el hombre» no es una idea caduca, inscrita a un pasado remoto, que no tiene nada que decir en el hoy. Todo lo contrario. Es una realidad que nos acompaña desde que somos civilización. Y no preocuparnos por esta clase de riqueza, es tan funesto como no preocuparnos por el desarrollo de la economía. La crisis en Cuba va más allá de lo económico, de lo social, y lo político. Y esto tiene que alarmarnos. No para nutrir los lamentos, padecer la victimización, e inmovilizarnos, sino para buscar alternativas que nos ayuden a superarlos de una manera o de otra.