La casa azúl de madera y Patrimonio

HAVANA TIMES – Esta casa me llamo mucho la atención. Porque en Holguín, aunque no es lo más corriente, existen casas de maderas. Pero de un piso. Casas de madera de primer y segundo piso, no se ven. Así que no me resistí a la tentación de pedirle al dueño o la dueña que si fuera tan gentil me la enseñara. Decidí subir sus escaleras también de madera y en un estado lamentable.
Toqué a la puerta, y me fijé que con puntillas estaba fijada una lista de precios por plasticar documentos: emblemas pioneriles, carnet de identidad o cualquier otro… Me salió al encuentro un señor robusto, alto, canoso y me preguntó ¿que desea?
Señor, pido disculpas por molestarle, pero es que yo soy de Holguín y casas como esta yo nunca he visto. Y quería pedirle si no fuera mucha molestia, el que me dejara verla, por dentro, el piso por ejemplo, que veo también es de madera.
El señor fue muy amable conmigo. Se llama Fulgencio, un nombre que solo me encuentro en los libros de Historia porque así se llamaba el dictador anterior a los Castros, Fulgencio Batista, pero que en Banes también es muy común. Era jubilado de educación y ahora tiene su pequeño negocio en casa.
Me enseñó el portal. Una parte no se podía caminar, estaba muy deteriorado. Fue construido con una madera llamada pinillo y cedro.
Las ventanas del frente eran originales. La casa era enorme, porque ahora dividida seguía siendo grande. Tenía un pasillo colgadizo que llevaba al patio de atrás, ahora hecho de mampostería. Un cuarto estaba herméticamente cerrado, y se habían tratado de restaurar parte del piso de la sala, pero con malos resultados. El Estado buscó madera que eran destruidas al momento.
Su padre fue el dueño de la farmacia y él y su hermano habían nacido en esa casa. En una ocasión el padre decidió hacer la escalera de mampostería, me cuenta, y le cayeron inspectores con multa y regaños. No se podía hacer, porque la casa se consideraba patrimonio. Ahora él se encuentra con el desafío de reparar al menos lo más importante de su vivienda como es la escalera. Y cuando pidió ayuda al Gobierno por tales reparaciones imprescindible y la ayuda por ser patrimonio, le dijeron que ya no, que ya no lo era, y tenía que ser por sus propios medios.
En la actualidad un saco de cemento cuesta 7000 pesos, más de cuatro veces su jubilación mensual. Y sumando su negocio, tampoco lo podría conseguir. En tiempos de su papá, cuando ellos dijeron que era patrimonio y no podía, el saco de cemento costaba 3.50 pesos. O sea, por ahí algunas de las historias de una casa de 122 años.
Yo le deseé muy buena suerte. Le dije que si yo contara con mucho dinero se la compraba y la repararíamos completamente, pero la verdad que el sueño americano está siempre persistiendo. Casi quitándonos el sueño que corresponde por la noche.
El se rió y dijo que sí, ya su hijo mayor se fue brincando fronteras, a su otro hijo lo está encaminando por el mismo rumbo y atrás, pues se irían su esposa y él. Me dije que me alegraba por ello, y esperaba que todo marchara bien. Ojalá que cuando volviera a Banes él no estuviera ya, pero si lo estaba, le haría la visita. Me contestó amablemente que, sin problema, y que por favor, tuviera cuidado al bajar esas escaleras porque para mi peso podían ser peligrosas.
Me reí. No le dije que para mí todo podía ser una bendición y todo podía ser peligroso. Esas cosas del destino. Que no creo sean tan particulares mías. En fin, no hay que preocuparse tanto. Nos despedimos amigablemente.