Estudiantes de las universidades en Cuba vs ETECSA

HAVANA TIMES – Yo no fui universitaria, fui seminarista. Egresé en el Seminario Evangélico de Teología en Matanzas a principios del 2000. Seminario fundado el 1ero de octubre de 1946. Y según tengo entendido sobrevivió a la debacle desde 1959 porque su rector por mucho tiempo, Sergio Arce, era amigo de Fidel Castro.
Estamos hablando en épocas en que se expulsaron sacerdotes y monjas de Cuba, se prohibieron colegios religiosos y se convirtieron en escuelas estatales, cuando desaparecieron órdenes religiosas, muchos cristianos fueron presos por la UMAP, solo por ser cristianos, como ocurrió a algunos profesores del mismo seminario, y era muy mal visto asistir a misas o cultos protestantes, porque se pretendía construir una sociedad materialista, socialista, leninista.
A pesar de todo, el Seminario se mantuvo abierto incluso a cursos en que los grupos eran de tres o un solo estudiantes, me contaban los más viejos de la institución. No obstante, logro sobrevivir preparando a futuras líderes y pastores de comunidades protestante. Este espacio netamente eclesial, donde se quería salvaguardar la fe cristiana con un espíritu académico, no escapaba de ese control que siempre ejercería el Estado comunista del país frente a todo lo que se desarrollara en la Isla. Fuera o no circunscrito a su incumbencia.
En mis años de estudio era común ver caminar por los pasillos a la policía con sus pistolas y bastones aunque no hubiera sucedido nada que exigiera su presencia en el lugar. O se dejaban escuchar comentarios de aquellas conversaciones entre el profesor de Biblia, doctor del seminario teológico de Sao Paulo y la Seguridad del Estado. Profesor que optó por quedarse en Brasil después de su año sabático, y fue un golpe fuerte para el Seminario de Matanzas. Entre nosotras y nosotros medio en broma decíamos que se había cansado de descorchar botellas de vinos con aquel alcahuete que venía más veces de lo querido.
En Cuba no porque estés en un espacio que no tenga nada que ver con lo estatal, como puedan ser el caso de las iglesias y sus seminarios, o en otros lugares ONG como la Cruz Roja, significa que te encuentres del todo independiente del poder llamado Estado Comunista. La Cruz Roja pertenece al MININT (Ministerio del Interior), y lo demás en un monitoreo constante. Nada en este país escapa a su sombra. Hasta instituciones ecuménicas importantes aparece como extensión del Ministerio de Cultura de Cuba, aunque una se pregunte y esto por qué es? Claro, imagino que la respuesta este bien nítida para la dinámica del poder imperante en Cuba.
Y es que en los países con regímenes totalitarios le resulta imposible concebir ni un mínimo, dígase en lo social, económico, cultural ni en otros ordenes, de espacios fuera de su control. Cuba es un ejemplo de esto. En algunas épocas de su historia con manos más férreas, en otras menos en algunos aspectos, pero su presencia ahí incluso sin permitirse dejar de sentir. Y si estás clases de experiencias se pueden vivenciar en aquellos lugares ajenos a lo llamado estatal, que no podría suceder en estos que se encuentran bajo su propia autoridad como son todos los centros de enseñanzas del país.
¿Qué no podría acontecerle a nuestros y nuestras estudiantes de las universidades cubanas por llevar a cabo las protestas que han realizado este mes a raíz del tarifazo por la única empresa de telecomunicaciones (ETECSA) en Cuba? Por esto no nos asombran las quejas pronunciadas en las reuniones de sus centros cómo por ejemplo, porqué tienen que recibir visitas del DTI (Departamento Técnico Investigativo del ministerio del Interior) en sus casas por motivo a sus protestas cuando existen las autoridades en educación y la organización de estudiantes cubanos que es la FEU?
Tampoco resultan extraños del todo los vídeos que estos muchachones han grabado de como uno de ellos es citado a la policía y sale de su casa, y lo esperan una patrulla para llevárselo a interrogarlo. Tristemente no nos resulta raro ser conscientes que habrán purgas en cada una de estas escuelas y más de uno, más de una no se graduarán. No resultan del todo ajeno porque estás violencias se vivieron siempre en el país. Antes un estudiante podía perder su carrera solo por llevar un pullover con un cartel en inglés (lo que era prohibido para aquellos años) o emitir un criterio que no se considerará 100% revolucionario.
No deja de ser lamentable que toda una sociedad haya incorporado una vulnerabilidad tal, una indefensión total frente a los que rigen políticamente, que lo paguemos con la propia vida. Resulta más que lacerante que no sepamos cómo apoyar a estas jóvenes que asisten a sus clases sin buena alimentación, en condiciones precarias por parte de los centros y muchas de sus propias viviendas, en medio de apagones interminables desde hace ya más tiempo de lo pensado, entre tantos factores en contra. Y que por último, a un poco más de un mes para las vacaciones, el gobierno haya dictado estas medidas en las comunicaciones dónde las convierten aún más inaccesibles para la mayoría.
No perdamos de vista tampoco que quienes estudian en estos centros, son conscientes, por las experiencias de quienes le han antecedido, que muchas veces la superación en un país corrupto, degradado y decadente, como el nuestro, no sirve de mucho. Que estudian ahí pese a que ya muchas de la familia y amistades le preguntaron: ¿para que estudias aquí? Vete.
Como sociedad cubana sabemos que también muchas y muchos no terminarán porque deciden llevarse sus conocimientos de cuatro o cinco años por los mares y fronteras a donde puedan llegar y construir sus sueños. Aquí mismo, está haciéndose ilusorio esto último.
Ser indiferente a este suceso que está ocurriendo ahora en las universidades de Cuba sería como traicionarnos a nosotras mismas, abandonarnos a nosotros mismos a la impiedad e indolencia del poder. Aunque no sepamos defenderlas, aunque no sepamos defendernos a nosotras mismas, tiene que estar claro que estamos a su lado. Tenerlo presente significa pienso yo, apostar por la reconstrucción de un mundo realmente justo para todas y todos.
Y esto es fundamental: reconocernos en la lucha del otro y de la otra, porque es de algún modo nuestra propia lucha.