Este fin de año en Cuba

Por Lien Estrada

HAVANA TIMES – Antes, la mayoría de las familias pasaban el fin de año con un cerdo en la púa dándole vueltas sobre el fuego hecho del carbón o la leña. Otras iban al parque donde se ofrecían cenas de final de año. Muy caras siempre. Por tanto, aquí asistían las personas con mucho dinero. A las doce de la noche se tiraba el cubo con agua para la calle como botando lo malo, como limpiando, sacando lo que no sirve y recibiendo el nuevo año con otros ánimos, buenos ánimos.  Eso lo hacían los que estaban en casa.

Los que estaban en otros espacios como en el centro del pueblo, pues a contar de forma recesiva los segundos junto al animador con un micrófono: 12-11-10-9…Con reloj en mano que te confirmaba habían llegado las 12 de la noche en punto del 31 de Diciembre.

¡Entonces la gente se abrazaba, los enamorados se besaban, todos y todas se felicitaban con mucha alegría! ¡No todo el mundo llegaba a las Doce de ese día!

¡Que los deseos de tu vida se cumplan este año! Expresión muy común entre los y las que sí habían llegado a la fecha. Una de mis vecinas hacía lo que la tradición dictaba en su caso, para quienes querían viajar. Vivir en una Isla y querer conocer el mundo es lo más natural del mundo. Es como decir la misma cosa. Mi vecina cogía una maleta y justo a las 12 de la noche le daba varias vueltas a la cuadra.

Mientras otros y otras seguían tomando sus cervezas y ron y deseando lo mismo, pero quizás con más tranquilidad.

Estás manifestaciones culturales se han ido aminorando. Casi, pudiéramos decir, desapareciendo. Una, porque miles de personas se van diariamente y somos muchos, muchísimos menos que antes. Dos, porque la crisis se ha agudizado tanto que de dónde el puerco, de dónde la cena, de dónde todo. Y porque debido a más causas, nada es monofactorial, ni bifactorial, ni trifactorial, en este dramatrágico que es el actual presente cubano, festejar resulta un poco difícil.

¿Vas con la maleta de nuevo? Le pregunté a mi vecina que lo hacía año por año. No, ya no. Me responde. Ya no me quiero ir, hay que trabajar mucho y yo estoy para vivir tranquila, dándome mis traguitos. Me sonreí.

Ella me responde así porque ya se fueron su hermano, su cuñada, sobrino, y gracias a Dios la ayudan a ella y a su mamá para vivir en esta historia de Cuba sin nombre. Además, es la única persona que me ha respondido así: «no quiero irme». O sea, representa el 0,0001%, y esto en el lenguaje económico significa número despreciable. En otras palabras, no se puede tener mucho en cuenta.

No obstante, los que reciben remesas sí celebrarán su 31, y compartirán con sus vecinas y vecinos menos afortunados. El Gobierno seguirá haciendo sus ofertas para el fin de año. Y el extranjero (no tantos extranjeros como años pasados, pero siempre queda alguno) besará a su mulata diciendo: «Happy New years». Y cientos, miles de millones de cubanas y cubanos diciéndonos: ¿veremos qué pasará?

Por solidaridad, por principios, por amor o lo que fuera, tenemos que felicitarnos de todas formas las que quedamos. Y al mundo que también consideramos necesita y merece paz y alegría. Feliz año a todas y a todos. Que lleguemos a saber cómo construir esa felicidad para nosotras y nosotros mismos y para los demás. Porque no hay felicidad humana en solitario. Eso, eso sí ya lo sabemos con todas las de la ley. Dios nos bendiga.

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