La enseñanza en valores y el valor de la libertad
Erasmo Calzadilla
En el Juicio celebrado hace medio año en el tribunal de Plaza, los jueces ratificaron la medida de expulsión definitiva del centro laboral, impuesta a mí por la Administración de Instituto de Ciencias y Tecnologías Aplicadas, donde trabajaba como profesor.
Las razones expuestas por los Jueces para decidirse en favor de los funcionarios fueron varias, desde mi punto de vista todas endebles y perfectamente rebatibles con documentos oficiales, pero quiero esta vez concentrarme en uno de estos por cuantos, específicamente el que afirmaba que yo había subvertido la enseñanza en valores, por no haberme acogido al programa docente de Marxismo Leninismo regido por el Comité Central del Partido.
La enseñanza en valores es un empeño bonito. Yo la aprecio como el intento de abarcar en la educación al ser humano de una manera más integral y no resumirla a la transmisión de habilidades tecno-científicas que se presumen políticamente neutras. Abogo, como el PCC, por una educación explícitamente política, pero entiendo esto de una manera diametralmente opuesta a como lo hace dicho partido.
Hasta el otro día yo todavía pensaba, que la exigencia hecha desde arriba a los profesores para que hablásemos en el aula de los héroes, de las efemérides, el amor a la patria, la solidaridad entre los pueblos, de que comentásemos las reflexiones de Fidel y los discursos de Raúl, y que a eso llamaran enseñaza en valores, era solo la desvirtuación burocrática de una buena idea superior, pero vistas de nuevo las cosas he llegado a considerar que el problema no es solo de los eslabones intermedios.
Existe de hecho una ley, por la que se me juzgó, que me impone enseñar una «filosofía» única a la que mal llaman Marxismo-Leninismo. ¿No es muy claro que donde no hay libertad para decidir mis propios valores, no hay enseñanza en valores que valga?
Si bien la enseñanza en valores es una magnífica idea para luchar contra el positivismo, contra la ideología hegemónica y enajenante, y para fomentar una preocupación por lo humano mismo, este mismo principio, pero en manos de un sistema con pretensiones totalitarias, puede transformarse en una justificación y en una herramienta poderosa para el control más efectivo de la vida de la gente. De esta forma la enseñanza en valores estaría sirviendo para lo contrario de lo que fue creada.