Una muerte digna en Cuba
HAVANA TIMES – Hace una semana que el padre de una amiga murió. Era un hombre joven (66 años) pero con muchas enfermedades: diabetes, hipertensión y encima, fumaba, era una chimenea. No hubo Dios que le hiciera entender que, con sus padecimientos, no podía fumar. Había sido alcohólico, pero, luego de amputarle dos dedos del pie, el susto le hizo entender que la diabetes y el alcohol no ligan, así que finalmente dejó de consumirlo.
Vivía con su esposa, una mujer 15 años mayor que él, pero aún así tuvieron una hija, hija que hoy en día ya tiene 42 años, mi amiga. La relación padre-hija, nunca fue buena, lo cierto es que él nunca fue un buen padre y eso, más las discusiones con su madre, desde que era pequeña, todas casi siempre a causa del alcohol, marcaron su infancia y su vida en general. Mi amiga es a día de hoy, una mujer fuerte, pero con la autoestima por los suelos.
Hace dos años que la madre de mi amiga, tuvo que irse a vivir con otra de sus hijas pues, también es una mujer enferma, así que él se quedó solo durante algún tiempo. Finalmente, un día, este hombre se fue a vivir con su hija, y la vida de ambos cambió por completo. Pues la relación entre ellos, que nunca había sido buena, ahora tampoco fue diferente.
Fueron muchos meses de peleas, incomprensiones y reclamos por parte de los dos. Una fatal noche, este señor comenzó a convulsionar en el baño. Su hija se asustó mucho y llamó a una ambulancia, pero, como estamos en Cuba, la ambulancia nunca llegó al momento, y cuando llegó, dijeron los paramédicos que, al ser un hombre tan alto y robusto, no podían bajarlo por la escalera. Llamaron a los bomberos, quienes hicieron toda una maniobra para poder acomodarlo en la ambulancia. De camino al hospital más cercano, al enfermo le dio un paro cardíaco, pero lograron estabilizarlo.
Fue internado en terapia intensiva del hospital Fajardo, y allí estuvo una semana. El azúcar le había subido a 38 y la presión la mantuvo muy elevada durante algunos días, a pesar de los medicamentos suministrados. Luego de esta semana, lo trasladaron a una sala, con pésimas condiciones, como las que ya abundan en los hospitales de Cuba.
Su hija estuvo en todo momento con él, su esposa muy triste y la hermana de mi amiga, que no es hija de él, apoyándola en todo, pero, una semana más tarde, cuando mejor se pensaba que estaba, incluso ya terminado el medicamento que se le estaba suministrando y con grandes posibilidades de darle el alta del hospital, murió.
Intentaban canalizarle una vena (no sé con qué objetivo, pues, ya no necesitaba más medicación vía endovenosa y tampoco tenía suero). Se puso muy nervioso y entró en parada cardíaca…y en esa sala de hospital, como en ninguna otra a no ser en las Terapias, no había RCP (equipo de Reanimación Cardio Pulmonar), los médicos intentaron reanimarlo manualmente, pero, no lograron sacarlo del paro y falleció.
Entre llanto, lamentaciones y reproches para con ella misma, mi amiga me confesó que no pudo decirle a su padre que, a pesar de todas sus diferencias, lo quería, tampoco le devolvió el abrazo que él le pidiera en su última noche de vida.
Ya tiene sus cenizas en casa, pero aún no ha podido recoger el certificado de defunción. Debo añadir a esta triste historia que, cada paso dado, tanto en el hospital como en la funeraria y crematorio, costó bastante dinero, de hecho, si aún no tiene el certificado de defunción, es porque se ha negado a seguir pagando.
Resulta que ahora tiene que esperar por un turno, turno que puede demorar hasta un mes…pero, alguien que sabe de eso, me dijo que si pagaba 1000 pesos, dicho documento tan importante para hacer otros trámites, podía estar el mismo día.
Nada, que hasta después de muerto le sacan dinero a los familiares… Uno piensa que la pesadilla acabó, pero no. Espero que al menos su alma esté en paz y que en algún momento mi amiga logre perdonarlo y perdonarse a ella misma.
Conozco de dos casos de personas que recibieron muy mala atención, y fueron desahuciadas y enviadas a morir en su casa. Es triste tener a un familiar en casa sin condiciones, sin pañales desechables, con pocas sábanas, con apagones, sin medicamentos, sin la alimentación adecuada, esperando a morir. No fue una muerte digna.