La rutina de mayo

Kabir Vega Castellanos

Foto en el 1ro de Mayo por Juan Suárez

HAVANA TIMES – Se aproxima la mitad de año y con ello llegó otro 1ro de mayo, una ocasión anual donde se demuestra el entusiasmo y espíritu trabajador de todos los cubanos a través de la clásica marcha. Un acto “voluntario” que refuerza la unión de adultos, jóvenes e incluso pioneros, un momento que prueba el valor trascendental de la Revolución.

Al menos eso era lo que decía mi maestra de tercer grado mientras yo miraba por la ventana. Nos dedicaba hasta dos turnos de clases (una hora y media), solo para explicarnos la grandeza de esa jornada.

Desde lo que podía imaginar, o ver por la televisión, para mí solo era un ritual aburrido bajo un sol horrible. No le encontraba el sentido y nunca se lo pregunté a mi madre. Simplemente consideraba que era un asunto de “adultos”.

Durante la secundaria, en séptimo grado seguía sin prestarle interés, sin embargo, a diferencia de la primaria, el evento ya no solo era un acto simbólico, sino que ofrecía recompensa. La misma directora de la escuela se presentó en el aula anunciando: “Los estudiantes que vayan a la marcha recibirán un bono que se les registrará en el expediente, con el cual podrán adquirir mejores carreras al finalizar noveno grado.”

Yo no fui, pero los que sí participaron, se quejaron más tarde de que no les dieron nada de lo prometido.

En el preuniversitario y por la misma fecha, ya no se hablaba de un premio o estímulo, el tono era de amenaza: “Aquel que no asista a la manifestación por el 1ro de mayo se le pondrá una señalización permanente en el expediente que le impedirá optar por la carrera que desee”.

Desde mi niñez hasta hoy, no he asistido nunca al glorioso desfile por la clase obrera. Solo veo por la TV los rostros cansados, desbordantes de sudor con el ceño fruncido, debido al sol, e imagino su agobio, sin embargo, persisten fieles a la celebración de esa actividad, pero, ¿qué es lo que celebran?

Curiosamente la conmemoración de ese día surgió a raíz de la ejecución en Estados Unidos de  varios sindicalistas anarquistas que hicieron huelga reclamando la jornada laboral de 8 horas. Entonces una vez más, ¿cuál es el festejo de los cubanos?

La mayoría de los que están vinculados al Estado trabajan precisamente ocho horas, pero no puede considerarse un logro, pues los salarios apenas les permiten refunfuñar por la frustración. A muchos incluso sus ingresos tampoco les alcanzan para sobrevivir el mes entero, y dependen de remesas familiares del extranjero, algo indigno para un trabajador abnegado. O peor aún, tiene que recurrir a negocios ilegales o desvío de recursos de sus mismos centros laborales, solo en pro de completar la supervivencia básica.

Sin embargo, como perros domesticados, se tragan los gruñidos y continúan marchando cada inicio de mayo, desmoronándose bajo el impío sol de esta isla.

Un viejo amigo dijo una vez: “Uno tiene la libertad de escoger su esclavitud”. Quizás al final solo se trata de eso.

 

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