Volver a nacer en La Habana
Jorge Milanes Despaigne
Vivir en la Habana Vieja es entrar en contacto directo con el folklor, gente que toca un tambor, canta con el ritmo de la salsa, improvisa el baile del reggaetón a tono con las altas bocinas en un auto que cruza una avenida.
Vivir en la Habana Vieja es también un disfrute de nuestras costumbres: el juego tradicional de dominó, compartir una botella de ron, la conversación calurosa en cualquier esquina, ver crecer las palomas en una terraza y que vuelen libres por el cielo azul.
Pero hay que andar con cuidado entre columnas, muros y capiteles, edificios que no han tenido la dicha de ser reparados dentro del programa de restauración a cargo de ese hombre que ya trasciende en la historia de esta enigmática ciudad por el rescate de piezas arquitectónicas tan antiguas como históricas.
Andaba por la calle Obispo, una de las más céntricas de la ciudad. Recién cruzaba la calle Compostela y sentí un gran estruendo que me hizo mirar hacia atrás. Hoy he vuelto a nacer. Así decimos los cubanos, cuando salimos ilesos de una situación extrema. Y ese era micaso: el muro de un balcón en la esquina de la calle mencionada se había desplomado.
Yo iba a ver a un amigo que vive en O´Reilly, le conté lo sucedido en su casa, me ofreció un vaso de agua, en tanto, me mostró un edificio desde la ventana que, en la total ruina, la gran mayoría de sus moradores, fueron evacuados tras el paso de un huracán hace dos años.
Él no sabe el destino de sus vecinos, pero aún hay una familia que vive en el cuartico de la azotea del edificio, con peligro para sus vidas. Me da pena la incertidumbre, la angustia existencial con que los imagino.
Pienso cuántos habaneros viven circunstancias similares, la interpretación de cada uno en torno a la palabra esperanza.
oye jorge, quiero decirte que estoy disfrutando mucho leer tus diarios. mijo, a mi me encanta la habana, la extraño como no te imaginas, pero le tengo terror a los balcones, caminar por la acera por debajo de ellos es como ir jugando a la ruleta rusa, en serio, me da esa sensación; lo que me tranquiliza es q no es paranoia mía, lamentablemente he conocido de muchísimos «balcones caídos». A veces he subido por escaleras que se mecen como si fuese hamacas, me da mucho miedo por las personas que viven en esa situación, no es lo mismo pasar por alli…que vivir alli…
un beso