Todavía no me toca
Jorge Milanes Despiagne

El dominó forma parte de nuestras tradiciones populares, en cualquier esquina cubana suele verse un grupo de personas jugando. Ayer mis vecinos me invitaron a jugar un partido, pusimos una mesa y cuatro sillas, nos sentamos, repartimos las fichas y a escasos minutos de comenzar…
“No te saldrás con la tuya, ¡aquí tienes!” —un jugador dice colocando la ficha con fuerza en medio de la mesa—. “Creo que mejor voy a buscar una botella de ron para darle ambiente a esto.”
Nosotros continuamos junto a la mesa conversando.
“Yo iré a tumbar unos cocos” —dice su sobrino, quien de inmediato se remangó los bajos de los pantalones, buscó un machete y se lo amaró a la cintura, se arrimó al cocotero, lo abrazó y se trepó hasta la cima.
“¡Cuidado, no te vayas a caer, sujétate bien!” —gritábamos desde abajo los demás mientras caían algunos cocos y tomé uno para hacer Saoco (agua de coco con ron). Yo seguía con la mirada fija en el aventurero muchacho de lo alto.
“¡Cuidado con el cable de electri…!” —ya estaba con el machete sobre el cable, se estremecía, el humo salía por sus pies, pero no se soltaba. Todos estábamos desconcertados, histéricos.
“Rápido, llamen a la compañía para que corten la electricidad o a los bomberos, no sé,” decía uno de los presentes. Era tal el desconcierto que no podíamos actuar coherentemente, ni nos acordábamos del móvil en la mesa.
“¿Qué sucede?” —preguntó un hombre que pasaba por la calle cuando mirábamos hacia arriba—.
“¡Dios mío…!” Tembloroso, el desconocido sacó su móvil e intentó marcar:
“Señorita, una urgencia.” Su voz temblorosa indicaba lo sucedido…
El sobrino de mi paisano permaneció quince minutos con el machete pegado al cable. Llegaron los bomberos, el carro de la compañía eléctrica y la ambulancia. Pidieron permiso a la gran cantidad de personas allí concurridas, extendieron una escalera y poco a poco lo rescataron.
Con el dedo quemado de una mano y voz entrecortada, dijo:
“Regresaré, todavía no me toca.”