Recordar a mi amigo
Jorge Milanes Despaigne
Un amigo de la etapa de preparatoria – en Cuba llamamos preuniversitario a este nivel escolar —estaba muy enfermo.
Antes nos unió el gusto por la música de Bruce Springsteen, Stevie Wonder y Michael Jackson, por solo mencionar algunos.
En ese tiempo, él soñaba con caminar por las calles de Saginaw, Michigan; decía que deseaba ver las calles de la ciega infancia de Stevie; también quería ver cantar en vivo y en directo a Jackson, quien ya despuntaba con su fama mundial; de modo que no paró hasta irse del país.
Yo, aunque bastante rebelde, creí en los ideales de la Revolución Cubana, entonces en pleno apogeo de su integración y mi espendrú tenía que ver con el júbilo de mi juventud.
Mi amigo batalló mucho para que le permitieran el regreso a la Isla, hace ya un año, cuando le detectaron un enfisema pulmonar. Desde entonces se había agravado la disfunción de sus pulmones y se lo achacó al poco interés por ir al médico cuando la constante tos dio los primeros avisos.
Fui al hospital donde él estaba ingresado. Después de meditar el encuentro en la entrada, me armé de valor y subí las escaleras que me condujeron hasta la sala…
Al acercármele reconocí sus ojos almendrados y el mismo color miel que fulguraba de su mirada.
No tardó en reconocerme, pero casi no podía hablar. Evoqué la época de estudios, formaciones uniformadas y, sobre todo, las fiestas y diabluras.
Como aquella tarde en que él, con dos pares de medias en el calzoncillo, se le presentó a la maestra de Cívica, ruborizada ante el insinuante bulto. Una ola de carcajadas se escuchó tras la paráfrasis de Lezama «valerosa la hinchazón del mulo» que acompañó con su broma, porque eso sí, éramos jóvenes cultos.
Días atrás supe de la triste muerte de mI’migo. Vino a mi mente la fotografía que me había obsequiado durante la última visita. Prefiero recordarlo en esa imagen, lleno de alegría al lado de Michael Jackson.