La serenata de mi vecina

Jorge Milanés Despaigne

Sentados en la sala de casa, mirábamos la telenovela de las nueve de la noche cuando de repente escuchamos un sonido inusitado. Salimos al portal y una intensa emoción se apoderó de nosotros.

En la calle, siete jóvenes vestidos de Mariachis, con sus instrumentos musicales, tocaban una vieja canción mexicana que dice: Estas son las mañanitas, que cantaba el rey David…. y que ellos versionaron con: Estas son las nochecitas que cantaba el rey David… Me di cuenta que se trataba de una serenata a mi vecina, quien estaba en Cuba y era su última noche de visita junto a su familia.

Mientras entonaban aquella melodía, fluían las evocaciones de mi infancia, como cuando mi abuela me hablaba de las serenatas que mi abuelo le tocaba en el portal de la casa, de las que yo solo pude tener imágenes por los viejos filmes mexicanos y argentinos, así que esta era la primera vez que yo disfrutaba en vivo de algo tan inusual.

La melodía del trío de trompetas, junto a los otros instrumentos, se extendía por todo el barrio. De las cuadras siguientes se acercaban corriendo los vecinos para ver de cerca y escuchar a los jóvenes que magistralmente interpretaban canciones del álbum de recuerdos.

“¡Una serenata!, ¡debió costar una fortuna!” comentaba fascinada mi generación.

Las lágrimas de los más añejos afloraron, corrían por sus mejillas sin contenerse. Las luces de las cámaras fotográficas también tuvieron su participación.

Desde el balcón formaban un espectáculo nocturno iluminando al septeto, cuando una lluvia de aplausos sostenía el número musical. Así interpretaron varias piezas, en tanto los allí presentes, no dejaban de murmurar sobre el precio de aquella noche.

Me acerqué hasta el chofer del auto que traía a los Mariachis y le pregunté por el precio de tamaño regalo, a lo que él respondió:

Solo 120.00 CUC ($150 USD) por una hora.