La azúcar de Celia

Jorge Milanes Despaigne

HAVANA TIMES, 6 dic – Celia es una señora muy agradable que trabaja en una librería de Habana Vieja.

La conocí hace varios años y desde el primer encuentro supe que era una buena persona y hacía gala de su nombre del que inferimos varios significados, entre ellos el de ser suave como la ceda.

Pues bien, días atrás me enseñó la azúcar mojada que había comprado en una tienda por el precio de 6 pesos la libra. Según el vendedor era la única que le quedaba para vender.

Celia la había adquirido por el mismo precio del mercado, es decir, como si estuviera en buen estado, y estaba molesta, pues en verdad la azúcar tenía mal aspecto.

Esperó más tarde para volver al establecimiento donde la había adquirido, quería comprobar si el vendedor le había dicho la verdad.

Pidió permiso a su jefe para resolver el problema y, en efecto, desde el mostrador se podía ver un nuevo saco de azúcar. Celia estaba dispuesta a intercambiar algunas palabras con el hombre con tal de llevarse la azúcar buena.

“Mire, yo compré esta azúcar mojada en la mañana, porque según usted dijo no tenía otra para vender y ahora veo que estás vendiendo de otro saco. Yo la quiero para endulzar la leche del niño, así que, por favor, cámbiemela.”

El vendedor puso cara de molesto y sin decir nada le cambió la azúcara Celia. Mientras la ponía en el mostrador, ella le dijo:

“Pero no te molestes… Tú sabes que si viene un inspector y te descubre vendiendo la azúcar así, te va a multar. Yo también trabajo en comercio y a mí me enseñaron el buen trato al cliente. Por eso, no hubiera vendido la azúcar al mismo precio, pesa más por estar mojada… Además, la merma no se vende”

Celia regresó contenta a la librería, sabía que había dado una buena lección al vendedor.