El velorio de mi vecino

Jorge Milanes

Falleció mi vecino esta tarde, ¡qué pena! Tengo que ir un rato a la funeraria, son las diez de la noche, supongo que estaré hasta las tres porque mañana debo trabajar. Por el camino me encuentro con otros vecinos que llevaban una conversación muy amena.

“¿Van para  el velorio?” Les pregunto.

“Sí, ¿Y tú?”

“También voy”, respondo.

“Ya está, vamos todos juntos” –con entusiasmo me dice el líder del grupo.

Caminando, las risas y los cuentos se hacen eco del trayecto.

Nunca llegué a pensar que un velorio fuera tan ameno -les comento.

“Bah…, y tú no sabes ná, esto es solo el comienzo,” me dice una que va en el grupo y que al parecer ya venía con unos traguitos.

Me sorprendió la respuesta viniendo de una mujer, comencé a imaginar todo lo que encerraba aquella respuesta.

Por fin llegamos a donde estaba quien hasta hace pocas horas compartía con todos, los buenos y malos momentos. Nos acercamos al féretro, lo miramos por última vez y luego pasamos por los familiares para dar el pésame.

Después salimos de la capilla a sentarnos fuera, cerca de una cafetería que, por cierto, casi no tenía nada en venta.

“Tengo aunque sea que darme un buche de ron si no, no puedo pasar la noche,” dice alguien del grupo.

“Yo también,”afirma otro que de su chaqueta saca una botella de ron.

“¿Vas a tomar?” me brinda con el brazo extendido y la botella en la mano.

“No, gracias,” respondo tajantemente.

No podía considerar que la funeraria fuera un lugar para emborracharse.  Además de que mañana tengo que trabajar, creo que debo mantener el respeto a mi amigo y a su familia.

“Por favor, aquí no pueden tomar,” les llama la atención una hermana del fallecido.