¿Balance estético-coreográfico?

Jorge Milanes 

HAVANA TIMES, 12 marzo — Las manifestaciones de racismo de cualquier índole, a veces son tan sutiles que no podemos imaginar que se conviertan en serios problemas sociales y mucho menos, imaginar cómo se manifiestan. He aquí uno de ellos.

Samuel, hijo de una de mis compañeras de trabajo está en una guardería, en Cuba le llamamos círculo infantil.

Todas las mañanas, en el trayecto a su segunda casa, conversan muy animados, temas tradicionales. Entre ellos no existen prejuicios y, como un caballero, le pide a su mamá ir en busca de su amiguita Patricia.

Hace un par de días, la seño del círculo seleccionó unos niños para hacer un grupo de baile que actúe en la actividad de fin de curso.

Samuel fue seleccionado y creyó que a Patricia también la iban a seleccionar como su pareja de baile, pero no. Niño al fin, no entendía lo que sucedía.

Todas las tardes, mi compañera Nora pasa por el círculo a recoger a su hijo y la amiguita. Entre ellos se cuentan lo que hacen durante el día —muchas veces los niños dicen cosas interesantes en sus conversaciones, hay que escucharles—.

Muy elocuente, Samuel le dijo a su mamá que estaba contento, porque la seño lo había seleccionado junto con otros niños, para bailar en la actividad de fin de curso.

“¿Y a Patri?” —le preguntó curiosa.

“No, la seño dijo que no.”

Mientras el niño hablaba, Nora se acordó que en su familia hay chinos, negros, blancos, hindúes y un largo etcétera, así que interpretó la sutileza racista que había detrás del hecho.

Esperó al día siguiente, en que, incómoda, preguntó a la maestra por qué en el grupo de baile no estaba Patricia.

“Ella no me da el balance estético-coreográfico…”

“¿Qué dice usted? —chasqueó la lengua la mama de Samuel— ¿Dónde está la directora?… Es a usted a quien hay que balancearle la cabeza. ¡No a la coreografía!”

Jorge Milanes

Jorge Milanes: Soy animador turístico y relacionista público. Hace 45 años que nací en un pequeño pueblo costero del este de la Habana llamado Cojímar. Me gustan mucho los viajes y las aventuras, ya conozco bastante sobre mi país y me gustaría conocer otras naciones. Disfruto leer, cantar, bailar, la alta cocina y hablar con gente interesante, que brinde sabiduría y alegría.

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3 thoughts on “¿Balance estético-coreográfico?

  • Muy bueno tu post, Milanés. Con un eficiente uso de recursos lingüísticos y dramáticos, has armado un texto memorable. A mí me suena muy cercano, pues lo viví hace 25 años, el día en que, con sólo cinco años de edad, mi hija me preguntó: “Papi, ¿las niñas negras pueden ser princesas?”. Me costó bastante explicarle, y no sé si al final logré convencerla, de que sí y que incluso las hubo emperatrices, como Taitu de Abisinia. Criada en una familia parecida a la de Nora, donde negros, blancos y chinos se han mezclado por más de un siglo, a mi pequeña le resultaba un tanto chocante la manía de las “seños” del círculo de sólo declarar “princesitas” a las niñas que pasaban por blancas. Desafortunadamente, no fui tan incisivo como Nora, yendo a poner a nuestras aspirantes a “supremacistas blancas” en su sitio. Hoy lo lamento. Sobre todo al ver cómo engorda el fantasma racista en nuestra sociedad.

  • “No entienden de cuestiones estéticas, vaya! si la seño dijo que no le daba el balance quiere decir que no le daba el balance, ¿porqué considerar que fue un acto puramente xenofóbico, racista, excluyente, sectarista, etc., etc., etc.? ¿Porqué de inmediato el prejuicio, la calumnia, el infundio? ¿La seño acaso no es cubana?… ño, le pegué al clavo… sí, seguro fue todo lo enlistado y más, la seño le vio otro color, otros razgos y dijo simplemente no va… pero es que en Cuba hacía rato que ya se había acabado toda esa exclusión… ¿será que surgió de nuevo?” ja…

  • Hola, Mark:
    Por experiencia personal te digo que este fenómeno siempre ha estado subyacente, pero con el dichoso Período Especial ha tomado una fuerza renovada. De cuando pasé un curso de cámara en el ICAIC, en los ochenta, recuerdo que algunos cubanos profesionales del lente aseguraban que el negro no “fotografía” bien, o sea, que ese tono de piel les “jodía” la buena fotografía; que había que estar “subiendo y bajando” luces. Me gustaría saber qué piensan, y sobre todo, cómo se las arreglan entonces, los directores y camarógrafos que han trabajado con Danny Glover, Will Smith, Denzel Washington, Eddy Murphy, Oprah Winfrey, Wesley Snipes, Whoopi Goldberg, Morgan Freeman, Jamie C. Foxx y Viola Davis, por sólo nombrar algunas de las “estrellas de chocolate” que le reportan millones de dólares a Hollywood con cada una de sus películas. La última de la lista estuvo a punto de arrebatarle el Oscar de este año a nada menos que a Meryl Streep, por su papel en The Help. Siguiendo la lógica de algunos de nuestros coterráneos, Steven Spielberg nunca habría hecho “El color púrpura”, por citar un caso. Y estas posibilidades para el “color serio” se producen en un país, EEUU, donde la población negra sufrió una estricta segregación hasta no hace tanto y en el cual no ocupan ni el 13 por ciento del total de la población. En Cuba, donde más del 25% son negros o mulatos, es rarísimo ver una cara oscura que sobresalga en nuestro cine o en nuestro ballet. Y eso, además, en un país que declara abolida cualquier tipo de discriminación por razón de raza o etnia.
    Lo llamativo en todo esto es que nunca, en nuestros medios, las “razones estéticas” favorecen a los no blancos. No en balde el rostro bellísimo de Ileana Wilson (recordarla en “Gallego,” “Maité”, o en el drama de TV “Pasión y prejuicio”) nos ha representado ante el mundo.
    Es que el tema no es estético, sino de un arraigado prejuicio, cada vez más cercano al racismo, que nos empuja directo al rechazo al diferente.

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