Al fin con dinero

Jorge Milanes Despaigne

Manolo es un amigo mío que trabajaba de electricista en la Terminal de trenes de La Habana.  Hace poco se quedó sin trabajo producto a una reducción laboral hecha por el estado.

En varias ocasiones lo vi por las calles, apenado, cabizbajo, pues me decía que un hombre sin dinero no valía nada.

Una de esas veces le pregunté qué le estaba pasando, me contestó que no tenía trabajo y que necesitaba urgente trabajar, que si yo me enteraba de alguien interesado en un electricista, por favor, que lo llamara y así, me dio su número de teléfono.

Las personas tienen que ser creativas e ingeniosas para hacer sus negocios, algo nuevo para nosotros, y estos son alternativas que debimos propiciar mucho tiempo atrás.

Hace unas horas me encontré con aquel amigo que caminaba cabizbajo y su aspecto no tenía nada que ver con la última imagen que le recordaba.

“¡Manolo!”- lo llamé desde la acera de enfrente, me acerqué y vi su rostro animado, con nuevas ilusiones, al punto que me sorprendió porque lucía, como decimos nosotros los cubanos, un nuevo look.

“¿Dime cómo va la cosa?” lo saludé.

“Muy bien compadre,” respondió mi saludo.

“¿Dónde estás trabajando?” curiosée.

“Bueno, al día siguiente que nos vimos, en una panadería cerca de casa escuché a un hombre comentando que esta sería su oportunidad de poder hacer lo que hace tiempo ha querido.  Cuando le pregunté, atrevido, de qué se trataba, me dijo que iba a hacer suelas de zapato para vender a los cuenta-propistas.

“Entonces le dije: ‘¡cuente conmigo!’.  Pensé que era jugando, pero no, a los cuatro días coincidimos en el mismo lugar, quiso saber si yo estaba dispuesto a trabajar con él y ahora hago suelas de zapatos, cobro semanal y en mi vida jamás se me había pagado tanto dinero.