Macrostress y sin microondas (II)

Janis Hernández

HAVANA TIMES — En el post que escribí la semana pasada, titulado Microondas y macrostress, le prometí a los lectores que escribiría una segunda parte para no dejar inconcluso el absurdo testimonio de los avatares del microondas.

Nos quedamos en el tercero y último: ¡no funciona!

Cuando el empleado me vio de nuevo con el horno a cuesta, me trató amablemente. No tardó mucho el que yo comprendiera a qué se debía tanta cortesía.

Pues es muy sencillo, antes de llevar de nuevo el artefacto hice una llamada de rutina para cerciorarme que está vez sería la última que tendría que andar con el dichoso equipo de acá para allá. Le hice de nuevo al interlocutor, el cuento de la buena pipa (¿o el del buen horno?), y resulta que era el jefe quien atendió el teléfono.

Por eso el empleado se llevó una buena reprimenda, al no cerrar el expediente inmediatamente después de descubierto el enorme golpe que el técnico le había hecho al caparazón.

Pese a la disculpa, y a pedirme que no formulara la queja por escrito, tuve que esperar cerca de una hora sentada afuera de la pequeña oficina.

Mientras esperaba…

Condenada a hacer tiempo, es inevitable entablar conversación con los paisanos que como yo aguardan sus equipos reparados o su montón de planillas.

Como la política, lo cara y escasa que está la comida y el sofocante calor, son temas obligados para cualquier cubano, cada uno de nosotros hacía las anécdotas del absurdo nuestro de cada día. De todas las historias, la más curiosa fue la de la norma técnica (de la que prometo ira mi próximo comentario).

Al fin me llaman, firmo muchos papeles y salgo para la única tienda (bastante distante), donde puedo tramitar el cambio de artículo o el rembolso de dinero.

En el establecimiento no tiene hornos similares ni en tecnología, ni en precio. Solo hay uno 20 y tantos pesos más caro, dinero del que ahora no dispongo. Así que a dejar el horno para luego y a recoger mi plata.

Pero la administradora me dice que tengo que ir a la tienda donde lo compré, porque el pago se efectuó con tarjeta magnética y solo allí tendrán el registro de compra. Siento que mi cabeza va a estallar. Ella advierte mi cara de pocos amigos y casi asustada me dice: ….pero deme su carnet y la tarjeta y veremos que se puede hacer para darle el efectivo…

No sé si fue por miedo a mi reacción o por solidaridad, pero me dio el dinero. En casa sigue el espacio vacío de mi útil doméstico y ahora sigo con macrostress y sin microondas.

Continuará…

 

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