Isbel Díaz Torres
Aquella frase me dejó pensativo. En realidad tengo muchas cosas atrasadas por hacer. Debo visitar a mi familia en Pinar del Río, que mi abuelito está muy enfermo. Debo darme más tiempo con mi pareja, pues a veces uno da por sentado que todo va bien, se confía, y descuida las relaciones con las personas que tiene al lado.
Tengo un libro de poesía por terminar, y debo ocuparme de presentarlo en concursos nacionales e internacionales, pues esa es casi la única forma para que me lo publiquen. A esa labor debo darle bastante tiempo, pues no es tarea fácil. Hasta el momento solo he publicado un libro (“Oboe”), y fue en el 2005.
Ahora en mi trabajo estamos migrando a Linux. Es preciso que estudie ese sistema operativo para instalarlo y asistir al resto de mis compañeros. Quizás no sea nada complejo, pero requiere tiempo.
No obstante ¿significa eso que sembrar es perder el tiempo?
Buscar el sustrato, prepararlo, rellenar las bolsas, sembrar las semillas o los esquejes, regar las posturas, cuidar que los insectos (o algún vecino malhechor) no hagan estragos en el vivero, localizar espacios que necesiten ser reforestados, trasladar las posturas, sembrar la plantita, regarla después para garantizar su supervivencia, y de vez en cuando chequear que las malas hierbas no ahoguen a los nuevos árboles… todo eso lleva mucho tiempo.
Pero cada paso es como cada verso que uno escribe. En cada paso, el amigo o amiga a tu lado te enseña una mejor manera de hacerlo, o alguna implicación religiosa o cultural del proceso, o de la especie en sí. Cada paso requiere que dejes de pensar en ti, y pongas tu pensamiento en otro ser vivo.
El poeta Antonio Machado se admiraba de aquel olmo seco, que sacaba su última ramita verde. Frente a la inminencia de la muerte, un último regalo al mundo. ¿Lo más importante de esa ramita será el oxígeno que envía a la atmósfera, o su color verde sobre el gris del paisaje? ¿Puede eso medirse en toneladas de algo? ¿Se puede comprar?
Sé que no. Y la idea de ser libre, de que nadie me pueda comprar, es también hermosa, y me regocija. Por eso dedico tiempo a sembrar, aún cuando tengo otras cosas importantes que hacer. Por eso hace algunas semanas estuvimos todo un domingo en el Reparto Eléctrico, sembrando con Erasmo, Jimmy, Mario, Yudith, Yoel, y una tropa de chiquilines que siempre trabajan duramente junto a nosotros. Plantamos árboles en la Casa de la Cultura de la comunidad, en la escuela, y al borde de la autopista.
Pienso que no hay mejor clase que la que aprendemos de la planta, de sus mecanismos de resistencia y supervivencia en un ambiente hostil. Ver un árbol añoso, dominando toda una equina de la ciudad, es comprender que ha sido exitoso, que ha vencido a la maldad y por eso regala su bien a todos.
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