Ocha Niwe: el esclavo de la música cubana

Isbel Díaz Torres

Lázaro Ross. (Foto de Mario Díaz, en el Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana de Radamés Giró)

Unos lo conocían como Ocha Niwe, otros simplemente como Lázaro Ross.  Lo cierto es que la música cubana le debe mucho a este artista, que vivió para ella.

Es una suerte que el Instituto Cubano de Antropología, como parte de las actividades por el año internacional de los afrodescendientes, esté promoviendo varias actividades abiertas a la población.  Pienso que las ciencias, cualquiera sea la rama de estudio, debe dialogar constantemente con la sociedad y los individuos que la componen.

Así sucedió con la proyección que hizo esta institución cubana del documental “Ocha Niwe: el esclavo de la música.” del realizador e investigador francés Daniel Pinos.  A la misma asistieron investigadores del instituto, músicos, y público interesado en la temática.  Para la ocasión se contó con la presencia de músicos seguidores de la obra del maestro, quienes finalizada la proyección regalaron su arte a los presentes, en una actuación bella y energizante.

El audiovisual aborda la vida y obra artística del relevante cantante de música ritual afrocubana Lázaro Ross.  Ross inició su carrera artística en los espectáculos del teatro nacional, y fue fundador del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba en 1962.  Allí se convirtió en uno de los akpwón (cantante de música yoruba) más importantes de la isla.

El cantante es conocido como Ocha Niwe, que fue su nombre de santo en el ámbito de la Regla de Ocha, y que significa santo de la manigua.  Actuó como cantante y bailarín de muchas obras de danza, además de participar en los filmes “Historia de un ballet” de 1961, y “Osain” de 1964.

El gran público cubano puede reconocer su voz, de un especial timbre, gracias a las producciones discográficas de grupos populares como Síntesis y Mezcla.  No obstante, su discografía es mucho más amplia, y llegó a obtener tres premios Cubadisco, en la categoría de mejor álbum de música folclórica.

Los años 2001 y 2002 fueron de gran relevancia para su carrera, pues fue nominado al Grammy Latino por dos años consecutivos, además de recibir el Premio Internacional Fernando Ortiz de Cuba.

Daniel Pinos se mostró emocionado con la recepción de su obra.

El documental de Daniel Pinos es un audiovisual de gran honestidad.  Nos muestra al músico en su ambiente más cotidiano, sin demasiados retoques.  Un anciano en continua actividad, cuya sabiduría y humildad regalaba tanto a niños como a discípulos interesados en su arte.

No una pretensión exotista en esta obra.  Da fe una realidad popular despojada del folclorismo  habitual, verdaderamente auténtica, donde el goce de la fiesta y la religiosidad se dan mezclados de manera indisoluble.

La presentación no fue un estreno, pues el filme data de 1997, cuando participó en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.  No obstante, goza de una actualidad emocionante, y está muy a tono con los actuales debates sobre la racialidad, o la impronta de las culturas afrodescendientes en la isla.

Daniel, quien para mi suerte es un amigo de hace unos pocos años, se mostró emocionado con la recepción de su obra en el instituto.  Aún más por la presencia de artistas que pueden considerarse alumnos, descendientes espirituales, continuadores de la obra del músico cubano.

En el público se encontraban presentes también parte del equipo de trabajo del audiovisual, así como la esposa e hijos del realizador francés, y la investigadora Gisela Arandia, quien trabajo muy cercana a la ejecución de esta obra.

Este no es el único espacio que ha abierto el Instituto de Antropología, ubicado en la Habana Vieja.  Mario Castillo, promotor del espacio e investigador del centro, invitó a los presentes a una serie de videodebates que tendrán como temática central las culturas del trabajo en el mundo popular cubano.

Allí nos veremos.

Isbel Diaz

Isbel Díaz Torres: Pinar del Río y La Habana son mis ciudades. En una nací, el 1º de marzo de 1976, y en la otra he vivido desde siempre. Soy biólogo y poeta, aunque eventualmente he sido músico, traductor, profesor, informático, diseñador, fotógrafo, o editor. Soy un gran inconforme y defensor de las diferencias, quizás por haber sido desde siempre un “niño modelo” muy reprimido. Nada me subyuga más que lo desconocido, la naturaleza y el arte me funcionan como fuentes de misterio y desarrollo. Un sorprendente activismo ha nacido en mí en los últimos tiempos. Aunque no estoy muy seguro de cómo utilizarlo, siento que es una energía noble y legítima. Ojalá tenga discernimiento para manejarla.

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