La tormenta desborda el vaso de agua (II)

Isbel Díaz Torres

Compañer@s de lucha.

Las respuestas de los activistas LGBT cubanos a la controvertida carta pública de Oscar Cuevas Romeros tienen también sus matices conflictivos. El enfrentamiento a la homofobia debe ser un ejercicio reflexivo y respetuoso, para que su impacto educativo pueda ser asimilado por la sociedad.

Los comentarios de Haydée Tamara en “El respeto en el debate. A propósito de las respuestas a Oscar Cuevas Romero”, que publicó el boletín Compendio OC, me han animado a escribir estas reflexiones.

De las cuatro respuestas que recibió Oscar Cuevas Romero, al menos tres provienen de compañeros de lucha bien conocidos por mí, miembros muy activos del grupo Hombres por la Diversidad. Conozco de la buena fe que los anima, sus profundos conocimientos sobre el tema en las luchas LGBT, la valentía de sus posturas, y las buenas artes comunicativas que dominan a la perfección.

Por otro lado, desconozco quien es el autor o autora de la cuarta respuesta, firmada en el emblemático Centro Cultural El Mejunje, en la provincia Santa Clara. Esa fue la respuesta que más me preocupó, y es una pena no poder dar los críticas y créditos debidos.

En “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, Camilo García da muestras de un total dominio de la diplomacia; y expone su posición con claridad y sin rodeos. No obstante, yo no afirmaría categóricamente que el texto de Cuevas tenga como objetivo “confundir y desacreditar el trabajo que se realiza en contra de la homofobia”, como afirma este activista. Tampoco afirmaría lo contrario, por supuesto. Pienso que, si queremos que nuestras respuestas sean convincentes, debemos basarlas en argumentos bien sólidos.

La otra respuesta corresponde al Dr. Alberto Roque, reconocido activista LGBT de la isla y promotor de la lucha por los derechos sexuales vistos como derechos humanos. En la “Carta abierta a Oscar Cuevas Ramos”, Roque profundiza en la realidad de la homofobia y la discriminación por motivos de orientación sexual en Cuba.

“Las y los homosexuales no podemos pertenecer oficialmente a ningún cuerpo armado”, denuncia el activista. Alberto Roque explica cómo las personas con sexualidades diferentes “se ven obligadas a recurrir al trabajo sexual o a empleos “no formales”” cuando “las y los administrativos [les] niegan el empleo”. También hace referencia la silenciamiento de la violencia física hacia personas homosexuales y transgéneros en Cuba, y termina su misiva invitando al homófobo Cuevas a “pensar en términos de respeto, igualdad y solidaridad.”

La respuesta de Francisco Rodríguez Cruz, muy conocido por su famoso blog “Paquito el de Cuba” va “en clave de humor”, como declara al inicio de la misma el periodista y amigo. Paquito se caracteriza en todos sus textos por una prosa apasionante, una sensibilidad y tolerancia casi infinitas, y una sinceridad aplastante. Sin embargo, en este caso la clave de humor quizás no fue la más apropiada.

Él, al igual que Camilo, encuentra “intenciones ocultas” en el texto de Cuevas. La extensa circulación del mismo no es para mí nada sospechosa, dada la gran potencialidad de la red de redes. Por otra parte, es difícil encontrar en ese texto homofóbico expresiones groseras, burlonas, o agresivas. Es por eso que el juego de palabras que arma Paquito con el apellido del televidente de Santa Clara es, a mi juicio, insensible y ofensivo.

Firmada en el emblemático Centro Cultural El Mejunje.

Por último, la “Carta abierta desde El Mejunje contra las cavernas de la intolerancia” es un triste ejemplo de lo que vemos con demasiada frecuencia en nuestros medios. Me refiero a esas prácticas donde, para defender una postura, se descalifica groseramente al otro. Para ello se valen a veces de procedimientos totalmente fuera de la ética, la sensibilidad y el profesionalismo.

La pasión con que está escrita hace que queden plasmadas expresiones exageradas como: “la fluidez con que emana su veneno y el lenguaje que usa en sus cavernarios argumentos”, o “su irrespeto rebasa los límites de la discrepancia para entrar en el campo de la calumnia”, al referirse a los emplazamientos que hace Oscar Cuevas al sistema de salud y a la directora del CENESEX.

La persona que responde desde El Mejunje es homofóbica al luchar contra la homofobia. Para contrargumentar la presunción de Cuevas de que los trabajadores de la salud son homosexuales, nos dice: “Ante tal afirmación no puede dejar de activarse nuestra perspicacia y preguntarnos ¿cómo es que lo sabe? ¿por qué conoce tan bien ese mundo?” No se le ocurre nada mejor que llamarlo (indirectamente) homosexual.

Por otra parte, la referencia que se hace sobre un caso de homofobia en Caibarién es inexacta, como comenta un cibernauta en las páginas del sitio web Cañasanta. “Creo que se precipitaron al poner un ejemplo de tema tan polémico y por lo mismo requerido del más respetuoso trato”, dice el comentarista.

Es tal la cólera del trabajador o trabajadora del Mejunje, que llega a expresar: “Tal vez lo mejor que le haya pasado al señor Oscar es no poder procrear, pues de haberle nacido un hijo homosexual seguramente hoy estaría en una casa de niños sin amparo filial”.

Tal muestra de violencia e insensibilidad desdice mucho de quienes luchamos por los derechos de las personas LGBT. ¿Es así como queremos promover el diálogo? ¿Qué encuentro será posible a partir de tales posturas? Aún cuando los comentarios de Cuevas puedan herir nuestra sensibilidad, quienes queremos promover el diálogo debemos revertir esa lógica. No es posible responder en códigos similares a los que atacan nuestras ideas.

De eso se trata, de atacar ideas, no a las personas. El ataque personal nos desgasta, no nos hace crecer, y hace que obviemos, en los argumentos del contrario, algunas de nuestras reales debilidades. Debemos aprender a escuchar para poder rebatir o aceptar la crítica, según sea el caso.

Dado que los enfrentamientos serán mayores y más públicos en el futuro, he querido circular estas reflexiones críticas tanto para mis compañeros de lucha como para todas las personas que intenten participar del debate. No basta con las buenas intenciones o el sentido profundo de la justicia, son precisos el control y la humildad, para construir un verdadero diálogo.

Hagamos la tormenta dentro y fuera del vaso. Estoy a favor de formar todas las tormentas que hagan falta. Pero no nos deshumanicemos en el intento. Solo eso.

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