Intentan incendiar la Ceiba de San Agustín

Isbel Díaz Torres

La base del árbol estaba en llamas.

Eran las ocho de la noche, y el parque donde permanece el cadáver de mi Ceiba estaba a oscuras.  En la penumbra crecía un fuego silencioso.  La base del árbol estaba en llamas.

“Parece que alguien decidió darle candela a la ceiba.” dijo mi padre al entrar a la casa.

Mi alarma fue evidente.  No sabía realmente cómo reaccionar.  Por una parte notaba que aquel ya no era un ser vivo.  La acelerada degradación ha hecho de su cuerpo un espectáculo deprimente.  Comprendía la necesidad de removerla de allí.

Por otra parte, sentía que aquel era un acto de salvajismo, de irrespeto, de insensibilidad.  Pensar que durante esa noche el fuego consumiría impunemente el grueso tronco del árbol me dolía.  La imagen de un palo carbonizado por la mañana era como un fantasma.

Por suerte no me paralicé.  Identifiqué de inmediato la sensación de impotencia que me embargó aquella mañana del 2006, cuando podaban cruelmente mi Ceiba, y la puse a un lado.

Contra los reclamos de mi padre, bajé con mi cámara.  Me acerqué lo más que la prudencia me dictaba, y tomé esta foto.  La mala calidad de mi cámara y el efecto del flash, no permitieron lograr una imagen fidedigna del espectáculo.  No se percibe la humareda, las chispas flotando, el inmenso resplandor.

La madera de la ceiba es blanda, propicia para la proliferación del comején y otras plagas.

Regresé de inmediato, llamé a los bomberos, y bajé de nuevo con un cubo de agua.  Hicieron falta otros dos cubos y una pala para aplacar el fuego.  Al lograr disminuirlo volví a llamar a los bomberos y cancelé la denuncia.

Otra vecina volvió con más agua para fatigar un trozo de madera podrida que se resistía a apagarse.  Los ciscos permanecieron chisporroteando durante una hora más.

Después pensé que la peor consecuencia del incendio era el peligro potencial para las edificaciones circundantes.  Quienes promovieron aquel acto vandálico no previeron que un gigantesco tronco, debilitado por el fuego, podía ceder fácilmente a los vientos e impactar y destruir las viviendas.

Hace casi un año, en mi primer post en Havana Times, denunciaba que el peligro de su caída sería mayor con el paso del tiempo.  La madera de la ceiba es blanda, propicia para la proliferación del comején y otras plagas.  Así ha sucedido.

Es responsabilidad del Servicio Estatal Forestal de la ciudad, la remoción de los árboles muertos que representen un peligro.  Mientras no lo hagan, las personas continuarán generando este tipo de iniciativas que, en casos como este, pueden ser peligrosas.

 

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