Detrás del acuerdo Cuba – EE.UU.

Isbel Díaz Torres

Se construye nuevos hoteles en Varadero. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – La noticia del restablecimiento de relaciones entre los gobiernos de Cuba y EE.UU. ha sorprendido a casi todos, pero quizás menos a quienes venimos hace rato informando sobre el proceso de reconstrucción capitalista en la isla.

Ciertamente, el actual acuerdo diplomático debería ayudar a eliminar medidas injerencistas del gobierno norteamericano, sobre todo el unilateral bloqueo contra la isla, pero ello no significa que la Casa Blanca haya abandonado sus propósitos imperialistas y su imposición de modelos económicos y políticos al resto del mundo.

La misma declaración realizada recientemente critica el anterior enfoque, pero no sus fines. De tal modo, insiste en la “implantación de cambios en Cuba”, y la financiación de “la programación de la democracia en Cuba”.

“La administración continuará implementando programas de EE. UU. enfocadas en promover el cambio positivo en Cuba”, expresa el posicionamiento de la Casa Blanca, que convenientemente no ha sido promovido por los medios oficiales en la isla.

El gobierno cubano sabe eso, sin embargo el general dice que hemos llegado a este punto sin ceder en uno solo de nuestros principios, cuando lo que ha sucedido es un gradual abandono de los principios antiimperialistas de la Revolución Cubana, y de la voluntad de la construcción socialista.

Tampoco significa este paso, que Cuba se proponga un proceso de democratización y respeto a los derechos políticos y civiles de sus ciudadanos.

Es mi lectura que el actual cambio en la arena diplomática es, entre otras cosas, un premio de EE.UU. al gobierno en la isla por sus esfuerzos de normalización e inserción acrítica en el orden mundial, y revela la similitud de intereses entre ambos Estados.

Ello, por supuesto, ha sucedido por la fe (o cálculos) de esas instancias en beneficios económicos mutuos para sus élites. No son “los principios” la principal fuerza que mueve a los Estados.

Por supuesto que estoy a favor que se acaben las triquiñuelas con que ambos gobiernos nos han mantenido enajenados durante décadas. Ahora todo está más claro, y la USAID podrá pagar directamente al gobierno de la isla, de acuerdo al “compromiso de alto nivel con los funcionarios cubanos”, que expresa la Casa Blanca en su comunicado.

No por gusto el tema de la promoción de la propiedad privada en Cuba (una de las principales demandas explícitas de la derecha e implícitas de las élites políticas y económicas acá), se repite con insistencia en ese documento.

Se va acercando el añorado momento de entregar la isla a las manos del capital, para diluirnos en las lógicas depredadoras del sistema-mundo. ¿Serán esas mejores que la ineficacia y fracaso del modelo cubano?

En otro orden de cosas, me gustaría señalar mi apoyo por la liberación de los presos de ambas partes, todas “víctimas activas” de la guerra fría de ambos gobiernos. En el orden humano y familiar es de gran valor, pero sin importancia política.

En mi criterio se trata de un poco de divertimento que oculta cuestiones más preocupantes (dado que son sistémicas), como es la concepción de un proceso de negociaciones secreto, cuyos términos no han sido públicos.

“Los Estados todopoderosos somos la única salvación”… “fíjense qué buenos somos”… parecen estar diciendo, mientras nos desarman como sociedad, como individuos.

Espero que este abandono de la utopía (ahora explícito), al menos sirva para la reunificación de las familias cubanas, verdaderas víctima de este odio entre Estados.

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